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Además del [[Ayuntamiento de Burbáguena|Ayuntamiento]], podemos destacar otras instituciones públicas:  
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*[[Cámara Agraria Local (Burbáguena)|Cámara Agraria Local]]
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Revisión del 22:03 13 mar 2018

Burbaguena.jpg

Municipio de la provincia de Teruel, actual comarca del Jiloca. En la Edad Media y Moderna, hasta el siglo XIX, formó parte de la antigua Sexma del río Jiloca, en la Comunidad de Aldeas de Daroca.

Medio natural

Los dos márgenes del valle del Jiloca en la zona de Burbáguena están formados por materiales paleozoicos, básicamente pizarras, esquistos y algunas barras de cuarcitas, que son las que dan las morfologías dominantes en la orilla izquierda del río. Sin embargo, la orilla derecha se caracteriza por un paisaje de intenso acarcavamiento en los materiales esquistosos, así como en series arcillosas terciarias que ocupan la zona alta. Ello es consecuencia de la gran densidad de drenaje, con numerosas ramblas (del Puerto, de San Francisco, de la Cueva, de Valdetuera), con divisorias estrechas entre los cauces, muy ramificados, que, debido a su fuerte pendiente y a la fácil erosionabilidad de los materiales, provocan la formación de conos de deyección, muy activos en momentos de lluvias de alta intensidad, especialmente a principios de verano. La zona alta, al noreste del pueblo, que también pertenece a su término municipal, está formada por una plataforma completamente plana de calizas terciarias de la unidad de Campo Romanos, con escarpe muy marcado sobre las cabeceras de los barrancos mencionados, los cuales aparecen ocupados por masas forestales de pino carrasco, con un sotobosque pobre, tanto en variedad como en el grado de cobertura.

Demografía

Alcanza la máxima población en 1950, con 1.396 vecinos.

Variación demográfica del municipio entre 1990 y 2004
Año 1900 1910 1920 1930 1940 1950 1960 1970 1981 1991 2001 2004
Habitantes 1350 1168 1227 1282 1331 1396 1018 637 486 367 303 318

Además de la propia localidad, la población residía en masadas y caseríos cercanos. En el censo del año 1860 aparece citado como asentamientos humanos dispersos el molino de Manuel Tomás. En su término se localiza la Masada de la Masera.

ALGUNOS DATOS DE SU HISTORIA

Lugar habitado por celtíberos, con posterior presencia romana y en poder árabe hasta las primeras décadas del siglo XII, época en la que ya debía existir el castillo. Existe una primera mención documental de 1156 cuando se nombra a Enneco Sanz, merino de Burbachana. Ya con Alfonso I el Batallador, se adjudicó parte de las rentas de Burbaca a la Milicia de Monreal. Según datos documentales, la Orden del Santo Redentor poseía propiedades en la localidad que después de 1196 debieron pasar a manos de los templarios, ya que éstos tenían casa y propiedades en Burbáguena.

El lugar y el castillo fue objeto de posesión de diferentes dueños: Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona (1142); Alfonso II y Pedro de Ayerte (1177); Gonzalo de Azagra, señor de Albarracín (1192), Pedro II y su madre Doña Sancha (1205) o Jaime I, el Conquistador (1214).

En 1205 no aparece como aldea contribuyente al pago de las colaciones eclesiásticas del obispo Raimundo de Castrocol. La abadesa Doña Catalana, según consta en su testamento (1209), también dispuso de propiedades adquiridas de Blasco Pérez y las legó a la Orden religiosa del Monasterio de Casbas.

En 1250, el castillo y sus tierras fueron comprados por Jaime I por 41.000 sueldos jaqueses, incorporándola a la Comunidad de Daroca, siendo confirmada como Aldea de la misma en 1277 por el rey Pedro III, el Grande. Perteneció a la Sesma del Jiloca y a la Sobrecullida de Daroca. Desde 1646 hasta 1711, fue Vereda de Daroca, y a partir de esta fecha hasta 1833, fue Corregimiento de Daroca.

En 1226, el rey Jaime I convocó en Burbáguena a los ricos hombres del reino, para convencer a Pedro de Ahones de que desistiera de la conquista y persecución de los moros de Valencia. Se produjeron una serie de discrepancias y Ahones huyó. Fue perseguido por el camino a Cutanda y cayó herido de muerte en la zona del Balsete. Traído de nuevo junto al rey, fallecía por las heridas ocasionadas por Pedro de Luna. El profesor Ubieto indica la existencia de un Cantar de Gesta en el que se narran las hazañas y muerte en Burbáguena de Pedro de Ahones.

Existen veintidós documentos reales sobre Burbáguena, extendidos por Jaime I, en los que se resuelven discrepancias entre moros y cristianos, de temas relacionados con los pagos de tributos, protección, inmunidad de peaje, construcción de la morería...

Se efectuó una primera reparación del castillo en 1295, invirtiéndose en ella 2.400 sueldos jaqueses, pasando a formar parte de una segunda línea defensiva en la posterior Guerra de los Dos Pedros, entre Aragón y Castilla. Durante esta guerra, y más concretamente en el año 1364, Pedro I de Castilla toma la fortaleza. Fue la única rendida sin apenas resistencia y poco después recuperada por el rey aragonés. Se les llamó “los rebeldes de Burbáguena” por la falta de gloria en su defensa y les fueron embargados bienes en valor de 6.000 sueldos jaqueses, que los emplearían para el pago del rescate del noble Tomás Sánchez Viñas y en la restauración del castillo.

Ya en el siglo XIV se conoce la existencia de una aljama judía, procedente de la de Daroca. Se sabe que en 1414-1415 hubo un gran número de conversos para evitar ser perseguidos por la Inquisición. Estos conversos ejercían de zapateros y sastres; como curiosidad, uno de ellos, un tal, Juan de Álava, poseía un molino al que iban todos los judíos de la zona a amasar el pan cotazo (sin levadura), que se comía en tiempos de Pascua. Hasta 1490, se efectuaron, ante la Inquisición, 37 denuncias por casos de herejías. Fueron juzgados, entre muchos otros, el molinero Juan de Álava y el clérigo, García de Álava, acusados ambos de profesar palabras heréticas y ritos judaicos, siendo condenados a inhabilitación y cárcel perpetua.

En esta localidad no sólo encontramos presencia judía, sino también, musulmana. En el censo de 1495 se inventariaron 107 fuegos, entre los cuales existían un gran número de musulmanes mezclados con la población cristiana.

Fue en los siglos XVI y XVII cuando conoció su mayor esplendor. Fue considerada como una de las aldeas más importantes de la Comunidad, por su privilegiado emplazamiento, lugar ribereño, alta producción agraria y estable población.

En 1511 se llevó a cabo el enderezamiento del río; para el trabajo, el Concejo contrató los servicios del palero Juan Ribera “Mal Pelo”. En 1576, se levantó un puente, construido por los maestros Zumistas y Larrendi, que no se conserva en la actualidad, posiblemente a consecuencia de la construcción de la carretera. Acogió en los años 1525, 1533, 1547 y 1596, las plegas de la Comunidad, en las que se daban cita representantes de los diferentes estamentos, las aldeas y el rey, para solucionar temas comunes y dictar leyes.

Entre 1578 y 1580 se dan malas cosechas. Como consecuencia del hambre, llegaron las epidemias de viruela y del “catarro general”, sufriendo, junto con Manchones, el mayor número de fallecimientos. En 1593-1594, de nuevo se vio atacada por otras epidemias y el hambre.

Según la ponencia presentada por Emilio Benedicto en el IX Simposio Internacional de Mudejarismo, celebrado en Teruel en septiembre de 2002, la expulsión morisca de Burbáguena aconteció en agosto de 1610, en la que junto a los de Báguena y Daroca fueron llevados a los Alfaques en la costa catalana para su posterior vuelta a tierras africanas. Fueron 287 personas, que correspondían a 62 casas afectadas, las que debieron abandonar el lugar en el que habían vivido durante generaciones. Ocuparon trabajos de albañiles, zapateros, tejedores..., aunque sus funciones principales eran la agricultura.

En el año 1661, la aldea sufrió una grave crisis de subsistencias, en la que se emitieron órdenes reales para la insaculación de regidores ante la carencia voluntaria de los mismos, de ayudas y exenciones de impuestos.

El carácter rebelde con que fueron señalados los burbagueneros siglos antes, seguía patente en el siglo XVIII. Continuaron dándose buen número de procesos inquisitoriales por amancebamiento, casamientos ilegítimos por afinidad sanguínea, injurias, resistencias a la autoridad, amenazas a personal religioso, incidentes en lugares sagrados... Pero esto no fue lo único. Se mantuvieron enfrentamientos constantes con Báguena sobre los derechos del Azud del Molino, daños al ganado o a los bienes. De estas demandas, existe amplia información en los Archivos de la Comunidad de Daroca y en la Audiencia Territorial de Aragón. Los pagos de diezmos y primicias se efectuaban al Arciprestazgo de Daroca hasta 1770 para posteriormente hacerse al Cabildo Metropolitano de Zaragoza y a la propia Vicaría del lugar.

Como en el resto de Aragón, inició el siglo XIX, bajo la dominación francesa, dándose en sus proximidades dos reseñables hechos: la intercepción, en 1810, de una expedición invasora y la presencia, en 1811, de la caballería del Empecinado. Con respecto a la primera, la expedición llevaba remesa de fondos de Teruel a Zaragoza. En el enfrentamiento murió Iturrioz, comandante afrancesado y hombre de confianza del Mariscal Suchet. El segundo suceso apunta al hecho de que el Empecinado, en acción conjunta con las tropas del Teniente General Pedro Villacampa, hostigaron a los franceses por la ribera del Jiloca. En 1845, durante la Guerra Carlista, fue lugar de acantonamiento de los liberales del General Oria y posiblemente visitado por el pretendiente al trono D. Carlos.

En 1857, Burbáguena había recuperado su anterior importancia en riqueza agrícola y en población. En época de la II República, se tienen noticias de la existencia de un hospital y de un cuartel militar. Durante la Guerra Civil Española, tuvo presencia alemana de la Legión Cóndor e italiana, a las órdenes de una comandancia que fijó su acuartelamiento en la Casa del Marqués, mientras los soldados eran distribuidos por diferentes viviendas de la localidad. También se asentó en la localidad la IV Compañía de Artillería de Castilla, éstos eran fuerzas de retaguardia que participaron en la Batalla de Teruel. En la postguerra, desde el Cuartel de la Guardia Civil, se llevaron a cabo varias acciones contra los maquis, tras haber mandado anónimos amenazantes al alcalde y otras autoridades locales.

En la reorganización administrativa de 1833, se constituyó como Ayuntamiento perteneciente al Partido Judicial de Calamocha y a la provincia de Teruel. Perteneció a la Mancomunidad de Servicios de Calamocha, acordándose, en la última reestructuración territorial efectuada en marzo de 2003, pertenecer como municipio en la comarca del Jiloca.

Posee escudo municipal desde el siglo XVII por lo menos.

Patrimonio arquitectónico

Dentro de la arquitectura religiosa destaca la Iglesia Parroquial bajo la advocación a Nuestra Señora de los Ángeles, llamada erróneamente por diferentes investigadores como de la Asunción, junto con su esbelta torre.

Otras edificaciones religiosas, son las numerosas ermitas existentes: San Bernabé, construida en mampostería en 1636; San Pedro Mártir de Verona, de 1632; San Nicolás, de 1774, en el mismo núcleo urbano y de carácter entre civil y religiosa, con atrio en forma de lonja; Santa Cruz, en ruinas; San Miguel o de la Magdalena, de 1567 y reformada en 1774. Existió la ermita en advocación a Santa Librada, de la que se sabe se reedificó en 1742 y fue bendecida en 1749.

Son dos los peirones inventariados en Burbáguena, el de la Virgen de Herrera y el de San Antón. También se han localizado dos relojes de sol.

Su monumento civil más simbólico es el Castillo medieval. En esta localidad podremos apreciar un gran número de viviendas nobiliarias que, junto a la vecina localidad de Báguena, forman dos de los conjuntos más interesantes del Jiloca. Es el palacio de los Latorre, conocidos también como marqueses de Montemuzo, el que posee las características monumentales más significativas de toda la comarca, debido a sus grandes dimensiones. Otras viviendas interesantes son la Casa de don Juan y la casa Liñán, o la Casa de los Gonzalo de Liria sin olvidarnos tampoco del Ayuntamiento.

Patrimonio industrial y etnológico

Son habituales los sótanos-cuevas, llamadas "bodegas", muchas de ellas de interesante construcción con arcos de medio punto en piedra, que servían para almacenar y conservar el vino, en las que todavía hoy se conservan las cubas de madera. Resaltan las bodegas de la Casa del Marqués, de la Calle Nueva y las del Castillo. Actualmente, son utilizadas como peñas para las fiestas.

De una construcción civil más reciente es la Casa del Cuco, antiguo local sindical, posterior salón de baile y cine, que se hundió en la década de los 80. Perteneció al Patrimonio del Estado hasta que fue cedido, en el año 2000, al Ayuntamiento. Se va a rehabilitar y acondicionar para un uso social y cultural.

Para finalizar, dentro del apartado de la arquitectura industrial, merece la pena destacar la fábrica de purpurina.

En lo que respecta a la arquitectura del agua, a partir de Burbáguena el valle se estrecha. El río Jiloca a sufrido numerosas transformaciones y enderezamientos, en un intento por evitar las arrambladas y desbordamientos. La Acequia Molinar o acequia Alta parte desde un meandro del río aguas arriba y desemboca en el Jiloca por su margen izquierda, pasando por el antiguo molino. Como elementos arquitectónicos podemos destacar el molino, la fábrica de luz, la fuente Vieja ,el puente y, en el término municipal que mira hacia el Campo de Romanos, un interesante conjunto de aljibes.

Ayuntamiento y Municipio. La administración local

Piedra armera en la fachada del Ayuntamiento
Sigilografía de Burbáguena. Año 1880

El municipio tiene un origen medieval. Perteneció a la Comunidad de Aldeas de Daroca, sexma del río Jiloca, hasta el siglo XIX. En 1834 es integrado como ayuntamiento en el Partido judicial de Calamocha y en la provincia de Teruel. En el año 2003 se incorporó a la comarca del Jiloca.

Los fondos históricos del Ayuntamiento se encuentran en el Archivo Municipal de Burbáguena. Además del Ayuntamiento, podemos destacar otras instituciones públicas:

El Asociacionismo. La sociedad civil

Como sucede en el mundo rural y, especialmente, en los pequeños pueblos, la mayor parte de las agrupaciones de vecinos tienen un carácter religioso: Hermandades, cofradías, etc. La asociación religiosa principal es la Parroquia de Nuestra Señora de los Angeles, que agrupa a todos los fieles de la localidad. Sin embargo, a lo largo de la historia se podrían destacar otras:

Encontramos también algunas comunidades de regantes, sociedades, cooperativas y grupos sindicales relacionados con el trabajo agrícola y ganadero.

A partir de la Constitución de 1978, una vez consolidada la libertad de asociación y reunión, aparecieron numerosas Asociaciones Culturales:

También hay que destacar la existencia durante varias décadas del Colegio de los Hermanos Franciscanos de la Inmaculada, reconvertida en la residencia de ancianos de los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca. Hay otra residencia de ancianos regida por la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, que data su construcción y presencia en la localidad desde 1982. En la actualidad está atendida por veinticinco religiosas y dirigida por la hermana Clementina, que efectúan una labor social de acogida y atención a veintitrés ancianas procedentes de diferentes puntos de la comarca.

Linajes y personajes

En los empadronamientos de hidalgos e infanzones efectuados en la Comunidad de Daroca en 1737, 1787/ 1788 y 1819, consta en su censo la existencia de 21, 19 y 14 respectivamente, pertenecientes a las familias Latorre, De Heredia, Álvarez, Valenzuela, Navarro, López, Bernabé y Gonzalo de Liria.

La familia nobiliaria de Latorre consta desde el siglo XIII en los censos de la Comunidad, alcanzando gran importancia en los siglos XVIII y XIX, cuando Vicente Latorre y Sinforosa Osset heredaron el Marquesado de Montemuzo. Tenían importantes propiedades nobiliarias, incrementadas con el patrimonio de los Álava de Luco, así como en Calamocha, Daroca y Fuentes Claras, siendo considerado como uno de los grandes propietarios de Aragón. Otras ramas de familias nobiliarias de la Comunidad con prolongada presencia y tierras en el lugar, fueron las de Gonzalo de Liria, Bravo de Lagunas o los Bernabé, de éstos cabe mencionar a Gil de Bernabé, inquisidor infanzón del siglo XVI.

Eran varias las familias de linajes hidalgos que tenían escudos nobiliarios, existiendo algunos de ellos, en piedra, sobre las portadas de las casas solariegas o en las capillas de la Iglesia. Las familias que tuvieron estos blasones fueron los Bernabé, Bravo Lagunas, Heredia, Latorre, López de Bailo y Valenzuela.

Se conservan numerosos escudos y piedra armeras, tanto en la fachada de algunas casas nobiliarias como en el interior de la iglesia parroquial:

Amplia es la relación de burbagueneros que desempeñaron importantes cometidos en lo religioso, militar, político o literario, como muestra de un carácter inquieto, participativo y de implicación que los caracteriza.

  • Enneco Sanz, magistrado local del siglo XII.
  • Jorge Martínez de la Torre, nombrado alcaide del Castillo de Monreal del Campo en 1323.
  • El dramaturgo Bartolomé Palau
  • Juan Alcocer, escritor franciscano fallecido en 1656.
  • Blas López de Bailo, doctor en Teología y Derecho Canónigo.
  • Gaspar Juan Fernández de Heredia (1605-1663), canónigo de la Iglesia Colegial de Daroca.
  • Fr. Domingo Cebrián (siglo XVIII), religioso mercenario.
  • Fr. Calixto Esnarcega, escritor franciscano.
  • Sancho Hernández de Heredia, que llevó a su pueblo la imagen de Santa Ana.
  • J. Fr. Fernández de Heredia, licenciado en leyes y cánones por la Universidad de Huesca (1619).
  • Jorge Iñiguez, licenciado en leyes y cánones por la Universidad de Huesca (1718).
  • Latorre Álava y Celaya, licenciado en leyes y cánones por la Universidad de Huesca (1729).
  • Martín Aznad de Burbáguena, combatió en la Guerra de Cataluña
  • En la Guerra de la Independencia destacaron Joaquín Navarro, como comandante de Caballería en la División de Villacampa.
  • Bayllo, Miguel, mercader del siglo XVI.
  • Valenzuela, Juan, hábil pendolista y escritor escolapio.
  • Mariano Navarro Rubio, nacido en 1913, gobernador del Banco de España.
  • José María Navarro Gómez
  • Dentro de esta rama familiar, hay que mencionar a los hermanos Rubio Rubio, Ángel, Pedro y Mariano, los dos primeros fueron militares, con los grados de coroneles de Infantería y Artillería, y el tercero, un importante empresario industrial.
  • Sor María Cerrada Lucia (1920-1992), monja de la congregación de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, profesora de Letras, Dibujo y Pintura que ejerció en Borja, Daroca y Zaragoza donde falleció, víctima de un accidente cuando desempeñaba su labor docente en el Colegio de Santa Ana.
  • Francisco Lucía Traid, escritor y militante sindical.
  • Ignacio Peiro Martín, escritor y profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza;
  • Eduardo Gallego Gómez, profesor titular de Ciencias Exactas en la Universidad de Barcelona y autor de diversas publicaciones científicas;
  • Joaquín González Fidalgo, cirujano máxilo-facial que ejerce en Madrid;
  • Juan Antonio Correa, erudito historiador local;
  • Jesús Picazo Millán, arqueólogo, investigador y autor de diferentes prospecciones y publicaciones relativas a la geología de la zona y su entorno;
  • Enrique Villagrasa, llamado “el poeta de Burbáguena” y autor de publicaciones poéticas;
  • Simeón Martín Rubio, profesor de Literatura, fue Director General de Cultura del Gobierno de Aragón;
  • Rubio Lucia, Mariano, empresario

Se recuerda que ejercieron como alcaldes en la anterior centuria, entre otros a, Bernabé Gálvez Francisco, en tiempos de la II República; Antonio Martín, lo era cuando estalló la Guerra Civil; en el régimen anterior, a Jesús Martín Soriano, Mariano Rubio, Jesús Navarro (que construyó las actuales escuelas), Manuel Barea o Alejandro Gálvez. En el presente sistema democrático fueron elegidos primeros ediles a Paulino González, que inició las obras de pavimentación y alumbrado público; Santiago Loraque Martín, que en sus doce años de gobierno reformó el Ayuntamiento, el consultorio médico, la toma, pozo y depósito del agua y la primera fase en la construcción del pabellón; y el actual, Alberto Gómez Rubio, en su tercera consecutiva legislatura.

Fiestas, costumbres y gastronomía

Rondalla. Años 30
Fiestas de San Antón. Año 2011
Fiestas de San Antón. Año 2011

Las principales fiestas de la localidad son las siguientes:

  • Una costumbre prácticamente desaparecida era el canto de las albadas. En Burbáguena se cantaban en dos ocasiones: el día de la Purísima (8 de diciembre) y el de nochebuena (24 de diciembre). Se hacía una ronda nocturna desde la Olma hasta la puerta de la iglesia y se iba parando en las puertas de las mozas a cantar.
  • El carnaval dejó de celebrarse aunque gozaba de gran participación.
  • Recientemente se ha recuperado la de Santa Águeda. Existieron fiestas como la que se celebraba en San Isidro, con actos religiosos y concursos de arado y labranza.
  • Se recuerda que era en Semana Santa cuando los quintos adornaban el Ayuntamiento, la Plaza y la Iglesia con arcos florales, y plantaban el mayo en la plaza; obsequiaban a las mozas con ramos de flores o un zancarrón (cráneo de un animal), según si las querían enamorar o despreciar.
  • También eran los mozos los protagonistas durante la Navidad en que se celebraba la denominada Fiesta de los mozos.

La Asociación Cultural Burbaca esta haciendo una labor de recuperación de tradiciones y costumbres pasadas, realizando eventos en este sentido. Recientemente, se ha recuperado la matacía del cerdo, y posteriormente, se pretenden recuperar los vestidos y trabajos artesanales. Son celebraciones pasadas el Canto de la Aurora; el Carpuntoro –campo del toro- donde se sacaban vaquillas y se toreaban.


Es amplio el recetario gastronómico de la localidad. Recientemente, se ha recuperado la elaboración de los “panecicos”, empanada rellena de conserva de cerdo (costilla, lomo, longaniza) con huevo duro, que se reparte el Domingo de Pascua a todo el pueblo. Son los esquejes (cardo) con cordero, la comida casera que se da como plato típico en San Pedro Mártir. Otros primeros platos son los garbanzos, judías con oreja o las migas, teniendo como derivados del cerdo, en las morcillas de arroz y las tortas de chichorretas, sus especialidades; las farinetas, los huevos tontos con conserva, el ternasco y el buen jamón complementan una apetitosa mesa en la que destacan sus dulces y licores.

Las cerezas y sus guindas, como productos autóctonos, son base de un amplio repertorio de combinados en los que también están presentes las nueces, almendras y otras frutas, como el “mostillo”, plato que se consume en invierno hecho de remolacha y frutas; la retacía de guindas, que se hace a finales de junio para ser degustada a partir de San José del año siguiente; el vino sanjuanero, tinto con anís y nueces, que para su mejor sabor se han de recoger el día de San Juan a las 6 de la mañana. Habituales postres son el membrillo, el arroz con leche, el flan de huevo, las galletas antiguas (aceite, huevo y vainilla), los sequillos o rosquillas, que se les llevaba a los segadores, las tortas de cañamones por San Antón o diferentes dulces de panadería como mermeladas, confituras, turrones, zumos y licores de cereza. También era frecuente la merienda de pan con vino y azúcar.


En lo que respecta a la música popular, según aparece recogido en el Archivo de música popular de ADRI, además de la música de cuerda, a lo largo del siglo anterior se cultivaron en este pueblo los instrumentos de viento, ligados por regla general a repertorios más modernos. Entre los músicos locales destacaron Alejandro el Carpintero, quien tocaba el laúd; Vicente el Obispo, igualmente el laúd; Narciso García el Ciego, la bandurria; José Verdiel, la guitarra; Alejandro Gálvez, el clarinete. José López "el Albardero", intérprete de trompeta, tocó por numerosos pueblos en compañía de distintos músicos.

Con el cantor de jotas Vicente Rubio Camín, llamado "El Pastor de Burbáguena", que formó la Orquesta El Pato Donald (o simplemente Donald), Maria del Carmen Pellicer, Javier Rodrigo...o el popular Jesús Rodrigo Domingo “el Obispo”. Contó con rondalla que actuaba en las fiestas de los pueblos vecinos y sus músicos fueron conocidos con los apelativos de “el molinero”, “el obispo”, “el calmarza”, “el carpintero” , “el picardías” o José “el albardero”.

Los músicos de Burbáguena se combinaron a menudo con otros de los pueblos vecinos para cubrir la demanda musical de las fiestas estivales. Con los de San Martín del Río formaron las orquestas Bursan, Ambis y Hora Cero.

COFRADÍAS Y ROMERÍAS

Existe en los fondos parroquiales catalogados en el Archivo Histórico Diocesano de Teruel, como documento más antiguo, la escritura fechada en 1520 por la que Mosen Miguel Sebastián testa ante notario a favor de la Iglesia Parroquial. Se trata de fondos parroquiales que datan de 1538 a 1919, en los que se recogen testamentos, jocalías, inventarios de alhajas, ropas y ornamentos, fincas, fundaciones de capellanías laicas, indulgencias, ventas, visitas pastorales... o la expropiación de propiedades eclesiásticas para la construcción del ferrocarril Calatayud- Teruel- Sagunto de finales del siglo XIX.

Por autorización papal del 25 de noviembre de 1576 se sabe de la existencia de reliquias de Santa Orosia y Santa Librada; en la actualidad, se desconoce donde se encuentran , existiendo solamente, los dos pedestales sin imágenes. Hubo en la parroquia una capilla en advocación a Santa Orosia, fundada por la familia Baylo, que en el siglo XVI se restauró. También, en 1941, se dispone por autorización papal de una reliquia de San Antonio María Claret. Sin estar estudiadas, se conocen algunas de las capellanías que se efectuaron a la Iglesia Parroquial, como las aportadas por los Andrés (Pedro, Antonio y Diego), Juan de Fortunant, Juan y Pedro Malo de Luján o la del matrimonio Antonio Navarro y Petronila Arraiz, y Juan Arraiz en 1886.

Están documentadas, y en algunos casos se desconoce la fecha de su fundación, la existencia de seis cofradías: la de la Sangre de Cristo desde el siglo XVI; la de San Bernabé que tenía por finalidad ayudar a los pobres y dejó de funcionar en 1960; la de San Miguel Arcángel, con documentación de 1828 a 1863; la de la Natividad de Nuestra Señora, documentada hasta 1926; y la del Rosario, fundada en 1900. De la cofradía de San Antón se sabe que ya existía en 1829 y dura hasta nuestros días. Se hacía romería el día de la Santa Cruz al cerro de su advocación, desde donde se bendecían los términos; también existe la de San Pedro Mártir de Verona, el último domingo del mes de abril; y la de San Bernabé, el 11 de junio y el tercer domingo de agosto. Se tuvo la creencia, entre los siglos XVIII y XIX, que si se subía en penitencia hasta el cerro la localidad quedaba liberada de la peste y fiebres tercianas. Inician sus gozos con la estrofa:

“Pues en la tierra y el cielo es tanta tu caridad en salud y enfermedad dadnos Bernabé, consuelo”. Otro acto que hoy se ha perdido se celebraba en la madrugada del 12 de octubre, festividad de la Virgen del Pilar, cuando se cantaban las Coplas de la Aurora”. Todavía se recuerda alguna: “A la orilla del Ebro famoso la Virgen bendita sobre su Pilar a Santiago que estaba rezando un templo allí mismo mandó edificar está en su Pilar está y estará hasta el día que el Rey de Reyes a vivos y muertos nos venga a juzgar”.

PERSONAJES POPULARES

La historia de un pueblo la hace también el vivir diario de sus personajes anónimos, sobre los que raramente se escribe y que con el tiempo pasan al olvido. Fue entrañablemente popular “El Conchito” que habitaba a los pies de las ruinas del castillo, persona con conocimientos musicales que los utilizaba para enseñar a los mozos del pueblo; otro inolvidable personaje fue “Miguelico Blasco”, persona no favorecida pero de carácter afable y colaborador desinteresado con todos; el aventurero “tío Pateta”, de nombre José Gálvez, de quien se dice que fue a Barcelona conduciendo un motocarro cuando los vehículos de motor apenas existían; también está viva en la memoria la “tía Francisca”, partera que vio nacer a tres generaciones distintas.

Con añoranza, el recuerdo de María “de las cadenas”, guardabarreras a la que era frecuente verla fregando en el río y por las atenciones que profesaba a las personas y los escolares que esperaban al tren. Se reconoce a Carmen Gálvez como persona habilidosa preparando la retacía y otros licores de cerezas; a Enrique Peribáñez “el guardia”, polivalente personaje que ejercía desde tareas de pastor a las de forestal o guardia municipal; y a María del Carmen Estrada, última telefonista que llevó la centralita manual de la localidad.

Fue el burbaguenero Vicente Paricio Pamplona, nacido en 1906 y conocido como “Gitanillo de Teruel”, un afamado torero que actuó con éxito en las primeras plazas de Aragón durante los años 1920-1925, siendo un habitual en la de Teruel.

Otros personajes que han contado con el respeto y reconocimiento local han sido los educadores, sanitarios y religiosos. Como maestros encontramos que ejercieron a finales del siglo XIX, Manuel Fondevilla desde 1880, Manuela Gómez (1884) o Trinidad Flor Alegre a partir de 1897, recordándose de la centuria anterior a Dª Aurelia, D. Juan, D. Teodoro, D. Felipe o D. Ángel Pardillos. Entre los médicos se reconoce la buena labor en su menester de Constantino Ribes, Félix Vázquez, Pedro Marqués, Guillermo Bolaños o el actual Jorge Calero; también se recuerda al practicante D. Federico. De los sacerdotes aún perdura el recuerdo sobre Mosen Miguel, José Valero, Aurelio, Modesto, Félix, Segismundo...o el actual Mosen Manuel Ortiz Laguia; y los sacristanes “el tío Paco”, Miguel Domingo o los Millán, entre otros.

También se recuerdan los oficios artesanos perdidos, que en el pasado marcaban la vida cotidiana del lugar, como los guarnicioneros Emilio Rodrigo y Fernando Estrada, que tuvieron un taller de elaboración de cueros y que desapareció alrededor de 1950; los Aparicio Soriano, apodados por su profesión “los herreros”; como molineros el señor Abel y Miguel Perisé; el carretero Bernabé “el turro”; o los hermanos Gracia Álvarez y “los cañaos” Antonio y José Soriano, como alpargateros. Fue Celestino y sus hijos José y Antonio Millán, la saga de cesteros-silleros y los Martín –Jesús y Bernardino- los sastres, como barberos se recuerdan a Miguel Monterde, Antonio Calvo o Faustino Camín...

No todo el trabajo artesanal o de servicio manual ha desaparecido, sigue existiendo la pregonera y alguacila Cristina Benedicto, en tarea aprendida de antecesores como Félix Rodrigo, Jerónimo Gracia o de la familia Martín –Pascual y su hijo Antonio-. Han sido numerosos los pastores, habituales conocedores del término y su naturaleza y de los que aún hoy quedan algunos, entre ellos, Vicente Rubio Camín “el Marsel”, conocido como el pastor-jotero de Burbáguena; Antonio “el Camachete”; los Carmelines; los hermanos Traid y los Gonzalvo, Antonio Camín “el Chona” o Pascual “el Terrero”. Reconocida la familia Martín –Alfredo, Casimiro y Antonio- como buenos esquiladores y matarifes. También destacan buenos horneros y pasteleros como Santiago Lacruz, Gregorio Picazo, el “tío Eugenio”, la familia Germes y los Peribáñez.

Burbáguena, como lugar de parada y fonda, en la que destacaba la calidad de su hospedaje y las tertulias en sus cantinas. Como acreditados posaderos encontramos a Nicolás Soriano y Juan Fidalgo, quien posteriormente trasladó su negocio a Calamocha; la Cantina de la Conce, la de la Rosa, el Café Cutando, el Casino, el Bar López, los Lucia...

Se rememoran tiempos mejores con diversidad de comercios abiertos como los de Constantino Rubio, Ramona Lavilla, Casa “la Mariica”, la Casa de “la Conce” , Carnicería “Rafaela”, Aldi “Lacruz”... Épocas diferentes en las que la localidad era visitada por feriantes como el Quinquillero de Daroca, que en la Plaza del Puerto compraba hierro y vendía material de ferretería; la “tía Maximina”; o venta de chucherías y otros dulces en la esquina de la plaza, por el “tío Marcelino”.

LEYENDAS, ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES

Su amplia historia origina un extenso repertorio de leyendas como la de los “pasadizos subterráneos” que unen el castillo con las casas feudales, dando origen a numerosos escarceos amorosos e intrigas. Se cree que habitan en la Casa del Temple, los espíritus de los monjes-guerreros. Se dice que vagan por ella durante la noche y tocan campanillas para recoger a las almas perdidas.

Cuentan, también, la leyenda de “las dos mojadas”: estando el rey Jaime I en su palacio de Burbáguena, tiró el contenido de “aguas menores” de su orinal por uno de los ventanales, cayendo casualmente sobre unos pobres campesinos que estaban allí; en reparación al incidente, el rey los nombró infanzones. Conocido el hecho, fueron muchos los que se acercaban al lugar por si ese incidente volvía a repetirse y así ascender en la escala social. Desde entonces, no sólo no se concedió reparación alguna sino que observando el comportamiento interesado de los campesinos, lo que se arrojaba eran excrementos sólidos, y esta fue la segunda mojada.

Cuenta la leyenda sobre la aparición de la imagen local de Santa Ana, que ésta se localizó sobre las aguas del mar, en medio de una tempestad. El peligro acechaba a un barco que procedía de Cerdeña. D. Sancho de Heredia, nacido en Burbáguena, iba en ese barco. Los marineros invocaron ayuda divina, apareciendo una luz sobre las olas que apaciguó el temporal. Los marineros se quedaron mirando hacia las aguas y observaron un farol y sobre éste la imagen de la Santa. La imagen la guardó D. Sancho y fue traída a Burbáguena.

Son los pastores y el cuadro de San Bernabé objeto de varias narraciones, siendo uno de ellos quien lo encontró, cuando pastaba con el ganado, en el cerro donde se construiría después la ermita en su advocación. Llevado al pueblo fue tomado en posesión y venerado, surgiendo disputa con los vecinos de Luco por su propiedad. De forma misteriosa, una noche desapareció, volviendo de nuevo a ser encontrado en el mismo cerro, lo que se consideró como señal inequívoca de a quien quería pertenecer y donde se le debería honrar. La ermita fue construida por los pastores en varias etapas, que destinaron para su protección, siendo ellos los que dieron origen a la romería. En respeto a los habitantes de Luco, la construcción se orientó hacia esa localidad.

En la plaga de peste sufrida en el siglo XIX, se solicitó protección de ella al Santo, acudiendo todo el pueblo en romería a la ermita. Tan sólo fue un vecino el que se negó a ir, manifestando: “tanta gente para un solo cuadro”, a la vuelta, encontraron muerto al incrédulo vecino.

Simpáticos relatos pero de aspecto lúgubre son los que cuentan sobre el gran susto que se llevó un borracho que dormía sus excesos en el cementerio. Éste gritaba a los difuntos “¿queréis vino?”. Enterados de ello varios vecinos, una noche se escondieron en las cercanías y cuando aquel hizo el ofrecimiento, contestaron con voz de ultratumba “sí, queremos vino”. Desde entonces durmió la “mona” en otros lugares y evitó invitar a vino. También se cuenta que otro vecino, en una noche fría y de fuerte viento, al pasar por la puerta del cementerio, se le enganchó el tapabocas en la reja de la puerta, creyendo que era agarrado por un muerto gritó: “Dejadme que soy un pobre labrador”.

Era “el Clementazo” un personaje muy fuerte y bruto del que se dice que una vez ante la imposibilidad de su mulo de subir con el carro cargado una pronunciada pendiente, acarreó a contrapeso con su fuerza al mulo y la carga. Ingeniosa costumbre la que se utilizaba ante los intentos de robo, que en tiempos pasados eran frecuentes en casas y haciendas, de hacer creer a los ladrones, para ahuyentarlos, de que estaban habitadas por varias personas, hablando fuerte con familiares o vecinos cuando la realidad era que se estaba sólo.

Curiosidad lo que han llamado “La Bodega del Agua”, cuando antaño se llenaban, en enero, veinte tinajas de agua para que se bebiera fresca durante el verano.

Curioso es el doble significado que se da a la expresión “el puerto”, el de montaña, a que conduce la calle, y el de mar, que supone la desembocadura de la rambla en el Jiloca.

Un elemento que caracteriza a Burbáguena es la venta de cerezas en numerosos puestos improvisados, que se colocan en el curso de la carretera a su paso por la localidad.


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