Carnavales de Villafranca del Campo

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Archivo:Carnavalesvillafranca.png
Carnavales en Villafranca, años 60
Azuletada Villafranca 2010
Cabezudos Villafranca 2010

Los carnavales de Villafranca del Campo tuvieron su mayor brillantez durante el S. XIX y primer tercio del XX, languideciendo por la prohibición y persecución que se les hizo a raíz de la confrontación fraticida del 36. Aún no siendo autorizados, no lograron evitarlos en su totalidad, manteniéndose durante este periodo, si no en su intensa exteriorización popular, sí en muchas de sus costumbres hogareñas de sentimiento festivo y gastronómico.

Tienen una duración de cuatro días, de sábado a martes de Carnaval, con amplio eco comarcal, no existiendo personajes específicos propios del lugar, si en cambio originalidad y espontaneidad en los disfraces que se elaboran. Liberada su prohibición con la llegada de la democracia, hubo un movimiento popular de retomarlos en toda la brillantez que llegaron a tener, en intento no conseguido plenamente.

En estos días es característico el amasar y freír hojuelas, las meriendas en pandilla, las visitas de los menores a los familiares a pedir "un palmo" de longaniza seca, la medición de su propia mano. Se culminan el último día, martes cuando se sale en carnaval por las calles de la localidad pintando con azulete la cara a todo aquel que no participa en la fiesta con disfraz. El azulete ha sustituido a lo que era grasa de carro con la que se manchaba a la gente. A pesar de lo que pudieran parecer unas pesadas bromas, estas eran recibidas con cierta aceptación.

Entre los disfraces era frecuente el que las mujeres lo hicieran con vestimenta masculina, lo que no era de muy buen agrado para algunos maridos en clara muestra machista. Como anécdota, también nos cuentan que en los grandes bailes de disfraces que tradicionalmente se celebraban todos los días y ante el desconocimiento de quien eran los disfrazados, existían declaraciones inoportunas y a veces amorosas, entre miembros de una misma familia, dándose incluso algún caso de entre padre e hijo.

Se recuerda la actuación en estas fechas de la charanga local que tenía en Facundo Gómez su director, a Juan López con el tambor, Joaquín Hernández con los platillos y el bombo lo llevaba Gabino Hernández. De ellos nos dicen "todos oportunamente disfrazados, actuaban durante los cuatro días las veinticuatro horas"

A parte de los componentes de la charanga y dentro de la general participación popular, son recordados como destacados colaboradores en estos días al Tío Remigio Saz, al dicharachero Santiago Saz, la originalidad de Isabel Ramos o las palometas fritas que repartía por la calle la Tía Luisa Malo en la misma sartén en que las hacía.

Bibliografía