Catalán de Ocón, Clotilde

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Poetisa y destacada entomóloga de la Sierra de Albarracín. Aunque nacida en Calatayud el 1 de marzo de 1863, lo mismo que su hermana Blanca muy niña pasó con su familia a residir al Monreal del Campo, si bien gran parte de su infancia y juventud lo pasaban en la citada Casa de la Campana en Valdecabriel, alternando asimismo con temporadas en Barcelona.

Al igual que hizo con su hermana Blanca, la madre trató de inculcar en Clotilde el amor por la naturaleza y por los insectos, siguiendo la querencia que había adquirido de joven en su estancia en los colegios de religiosas de Suiza. En este caso igualmente contó con las enseñanzas y consejos del anciano canónigo de Albarracín Bernardo Zapater, como es sabido una de las mayores autoridades entonces en la ciencia de las plantas y de los insectos.

Notable coleccionista, las largas temporadas que pasaba la familia en Valdecabriel las aprovechó Clotilde Catalán y Gayolá para formar una interesante colección de lepidópteros que, con la ayuda del citado prelado y de libros técnicos, fue poco a poco clasificando nuestra joven naturalista. Una parte de esta colección fue publicada en “Miscelánea Turolense” en 1894, bajo el epígrafe de “Fauna entomológica turolense” y el título de Catálogo de los lepidópteros que han sido cazados en el valle de Valdecabriel por la Señorita Clotilde Catalán de Ocón, que lleva la firma de Bernardo Zapater.

La colección entomológica de Clotilde debía ser muy valiosa a juzgar por las palabras con las que Zapater termina el trabajo: “Podríamos añadir otra (lista) correspondiente al grupo de las nocturnas y Microlepidópteros que han sido recogidos en gran cantidad por la misma colectora; pero nos vemos precisados a aplazar su publicación por no haber sido aún completamente estudiadas, faltando datos para su determinación”.

Lo mismo que sucede con la obra botánica de su hermana Blanca, ya en 1880 Bernardo Zapater ponderaba también en el Suplemento de “La Provincia” de Teruel el mérito de sus trabajos entomológicos:

“La joven y distinguida Señorita Clotilde Catalán de Ocón de cuya afición a los Lepidópteros nos prometemos mucho, ha llamado la atención de los entomólogos por las raras especies que ha sabido capturar en el Valle de Valdecabriel, pudiendo citar entre otras muchas, la Colias Edussa, Hyale, Polyommatus Gordius, Lyaena Baetica y Coridon, Lyccena Damon, Melitaca Artemis, una bonita Melitacca, Parthenie muy rara en nuestro país, y la Coenonympha iphioides que es una variedad subalpina muy interesante”.

Sin embargo no fue esta afición naturalística la que dio notoriedad a la joven Clotilde Catalán de Ocón, sino que fueron sus abundantes composiciones poéticas que vieron la luz en numerosos periódicos y revistas de Teruel y Zaragoza, las que dieron a conocer su nombre en el ámbito literario regional.

Criada junto a su hermana Blanca en Valdecabriel, en el corazón de la Sierra de Albarracín, allí, en sus pintorescas asperezas encontró, a la par que insectos para sus colecciones, la inspiración para sus composiciones que fueron casi siempre firmadas con el seudónimo de “La Hija del Cabriel”.

En sus poemas de claro sentido estro, hace un canto laudatorio de las virtudes humanas y de las delicadas sensaciones que percibe en su contacto con la naturaleza. A medida que compone, siente la poetisa un ardoroso y eficaz estímulo que inflama su imaginación y se desborda en sus versos cargados de sentimiento y emoción.

Son notables las composiciones publicadas que fue publicando en la prensa turolense y aragonesa, como la “Revista del Turia”, “El Turolense”, “El Eco de Teruel” o el “Cancionero de los Amantes de Teruel”, generalmente de marcado carácter romántico y melancólico. Muy poco es lo que sabemos sobre el final de esta poetisa. Hidalgas de cuna, bien instruidas y educadas, a la desgracia de la temprana pérdida de la madre debieron unir las serias dificultades económicas por las que atravesó la situación familiar de los Catalán de Ocón, viéndose en la necesidad de vender numerosas propiedades. El último texto escrito lo reproduciría años después el propio Gascón y Guimbao, entre las “Opiniones y juicios emitidos con relación a la Miscelánea Turolese” en los términos que siguen:

“Desterrada de Aragón por la vicisitudes de la vida, no olvido que soy hija de aquella tierra y que en la pintoresca sierra de Albarracín transcurrieron los años más felices de mi infancia y adolescencia. La Miscelánea Turolense trae en sus páginas las brisas perfumadas de mis queridas montañas y los ritmos cadenciosos de la jota. Felicito al autor de tan notable revista y me vanaglorio de ser paisana de un hombre que tan bien sabe sentir y contar las glorias turolenses. Para amar se necesita corazón, pero para expresar ideas hace falta talento; ambas cosas posee el autor de la Miscelánea; yo tan sólo se aplaudirle y admirarle. La Hija del Cabriel”.

Tras el matrimonio de su hermana Blanca y el fallecimiento de la madre, Clotilde pasó a vivir a Figueras en el seno y en las propiedades de la familia materna. Es de suponer que debió de mantener la relación con su querida hermana, sin embago la prematura muerte de ésta hizo que se limitase mucho el contacto con sus sobrinos. Recuerdan vagamente que desde Cataluña Clotilde hizo alguna inversión inmobiliaria en la Ciudad Lineal de las inmediaciones de Madrid, tal vez por ello en dicha zona durante muchos años hubo una calle dedicada a “Clotilde Catalán”, que todavía subsistía a mediados de los años 50 para desaparecer después.

Es en la Miscelánea Turolense, revista editada en Madrid, en el taller tipográfico de Manuel Ginés Hernández, natural de Singra, y dirigida por el célebre escritor regeneracionista, natural de Albarracín, Domingo Gascón Gimbao, en donde podemos encontrar alguna hermosa composición de Clotilde Catalán de Ocón, como aquella compuesta en 1889, que lleva por título “Ante la tumba de mi madre”. El poema en cuestión está compuesto por siete estrofas, estrofas muy emparentadas con la seguidilla. La composición expresa el sentimiento de dolor de una mujer que ha perdido a su madre. Es ese estado el que le obliga a vivir una vida errante y solitaria, una existencia triste y desolada: “¿Qué me importa que el mundo/me brinde goces;/si encuentro las espinas/tras de las flores?/¡Triste existencia,/pues siempre a la alegría/se une la pena!”.

Clotilde siente frío en el pecho y echa de menos las caricias y los dulces besos de su madre ausente, de una madre que voló al cielo en donde mora junto a los ángeles. Por eso, su único consuelo se reduce a la esperanza de reunirse pronto con ella: “Arriba estoy mirando/siempre anhelante./¡Es tan triste, tan triste/no tener madre!/Oye mis ruegos,/y llévame muy pronto/contigo al cielo”.

Bibliografía

  • Jaime Lorén, José María (2006): La mujer en la Ciencia a lo largo de la historia: Blanca y Clotilde Catalán de Ocón, consideradas las primeras mujeres españolas que ejercieron activamente la Botánica y Entomología. Valencia, CEU Universidad Cardenal Herrera, 2006. 160 p.