Epoca romana
En el año 218 a.C los ejércitos romanos desembarcaron en la costa mediterránea, en Ampurias, dirigidos por Cneo Escipion. Derrotaron en primer lugar a los cartagineses y, desde sus bases mediterráneas, penetraron en el interior peninsular, sometiendo a los pueblos indígenas, a veces mediante pactos diplomáticos, otras recurriendo a la fuerza militar. La abundancia de materias primas en la Península Ibérica influyó en que los grupos políticos de la propia Roma decidieran llevar a cabo una intensa ocupación del territorio, obligando a los indígenas a pagar fuertes tributos, suministrando minerales, aportando granos, etc. La voracidad de los funcionarios y su deseo de enriquecerse rápidamente a costa de los indígenas, fue la causa de una larga lista de levantamientos y represiones.
Poco a poco fueron conquistando todo el territorio peninsular. Entre el 154 y 133 a.C. se desarrollan las guerras celtibéricas. El escenario bélico se centró en el espacio comprendido entre el Jalón Medio y el alto Duero, en torno a las ciudades de Segeda, Numancia y Nertóbriga. Tras veinte años de guerra, Publio Cornelio Escipión conseguirá finalizar la guerra con la conquista de Numancia. Los pueblos indígenas, exhaustos, serán incapaces de levantar cabeza en mucho tiempo, aceptando todas las condiciones que les impusieron los romanos. Tras la derrota, los valles del Jiloca y del Pancrudo pasarán a ser dominados por los romanos.
A fines del siglo II a.C., bajo el dominio romano, surge en la zona del Jiloca Medio una nueva ciudad construida para centralizar y controlar el territorio, no como una ciudad-estado independiente al estilo de sus predecesoras celtibéricas, sino integrándola en una administración provincial mucho más extensa. Esta primera ciudad se localiza en La Caridad (Caminreal), levantada según modelos urbanísticos romanos, pero con unos restos arqueológicos que demuestran la preeminencia del substrato cultural celtíbero. La ciudad, que según F. Burillo se identifica con la mítica Orosiz, acuñaba moneda, emitía documentos y mantenía una administración pública que se encargaba de gestionar el territorio mediante funcionarios, recaudando los tributos y exacciones que deberían pagar las aldeas más próximas.
Bueno es el dicho de que no hay paz eterna. En torno al 83 a.C. Quinto Sertorio es destituido de su cargo de gobernador de la Hipania Citerior, pero en vez de aceptar la decisión de Sila, jefe supremo del ejército romano, decide enfrentársele, intentando negociar desde una posición de fuerza. Sertorio organiza un pequeño ejército compuesto por amigos, familiares y partidarios políticos, e inicia los contactos con algunos pueblos de predominio celtíbero solicitándoles su apoyo, ofreciéndoles a cambio grandes ventajas, la posibilidad de recuperar cierta libertad, o al menos suavizar la presión fiscal de Roma.
Sertorio nunca pretendió fragmentar los territorios controlados por Roma, pero jugará con habilidad sus cartas, tomando una serie de medidas encaminadas a favorecer al elemento indígena con la clara intención de conseguir su adhesión. A partir del 81 a.C. se enfrenta a los enviados romanos en la llamada guerra sertoriana, derrotando a todos los ejércitos desplazados para apresarle. El año 77 a.C. marca el máximo apogeo militar de Sertorio, con la toma de las ciudades de Bilbilis y Contrebia, lo que le permite dominar toda la Hispania Citerior. La marcha de la guerra inquieta al senado romano, quien decide imponer medidas extraordinarias y enviar una gran expedición al mando de Cneo Pompeyo Magno para acabar con la rebelión. La suerte se vuelve contra Sertorio que acaba siendo asesinado .
Los pobladores de los valles del Jiloca y del Pancrudo sufrirán duramente esta guerra. La ciudad de La Caridad (Caminreal) será arrasada completamente, y también seguirían esta suerte algunos poblados cercanos. Sin embargo, los estragos bélicos serán coyunturales y no implicarán un cambio sustancial en la progresiva integración del substrato celtibérico, todo lo contrario, la actitud pompeyana de acercamiento y perdón a los indígenas desafectos facilitaría su definitiva romanización. La destrucción y el abandono de La Caridad tampoco supondrán un cambio en las funciones administrativas y políticas que empezaban a asumir las ciudades celtíbero-romanas. Poco después surge una nueva ciudad en el cerro de San Esteban (El Poyo del Cid), y a partir de la segunda mitad del siglo I d.C., habrá otro intento por capitalizar esta zona con una nueva urbe en la Loma del Prado (Fuentes Claras) que perdurará durante todo el Bajo Imperio .
Bibliografía
- PEREZ VILATELA, Luciano (1989-1990): ``Aspectos de la tesera latina de Fuentes Claras´´. Teruel, Teruel, 80/81, pág. 15-46 [Texto completo]
- Caballero Casado, Carlos Javier (1996): Asentamientos urbanos en la Celtiberia Citerior en la República y Alto Imperio. Madrid, tesis doctoral inédita [Texto completo]