Iglesia parroquial de Monreal del Campo

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Vista general
Plano de la iglesia

La iglesia parroquial de la Natividad de Nuestra Señora, de Monreal del Campo es un edificio construido con mampostería, de una sola nave, con capillas entre los contrafuertes, cabecera poligonal y acceso lateral por el lado sur o de la epístola. Se cubre en estos momentos con bóveda de medio cañón con lunetos en la nave y de aristas en las capillas laterales. El coro está situado a los pies del templo a un nivel un poco más alto que el de la nave y en un cuerpo cuyo volumen es más reducido que el de ésta. Se encuentra flanqueado por la antigua capilla bautismal por el lado sur, mientras que el acceso al órgano se sitúa en el norte. La torre está exenta y situada sobre el cercano cerro donde estuvo el castillo. El edificio que actualmente conocemos es producto de las restauraciones de la segunda mitad del siglo XIX.


El templo del siglo XVI

En su origen fue levantado en el siglo XVI, según publicó Ernesto Arce Oliva en el número 83-84 [II] de Teruel. La capitulación para su construcción se firmó entre el cantero Juan de Marrón y el Concejo el día 20 de abril de 1577. El precio de la obra a realizar se tasó en 83 000 sueldos jaqueses. El edificio respondía a una tipología tradicional en la Corona de Aragón y que tuvo mucho éxito en la comarca a lo largo del siglo XVI, época de gran actividad constructiva. En la capitulación se proponía como modelo la iglesia de la cercana localidad de Santa Eulalia que se cubre con una bóveda de crucería estrellada del tipo habitual a finales del siglo XVI, aunque se incluían algunas modificaciones con respecto a dicho modelo.

Parece que no llegó a construirse en esa época una torre en el templo sino que se utilizó el cercano castillo para cumplir esa finalidad aunque, posteriormente, ya en el siglo XVIII, se decidió levantar un campanario a partir de 1752. Esta torre se debió de construir poco después como se desprende de un documento de fecha 24 de marzo de 1755, momento en el que el Ayuntamiento decide dedicar 50 libras jaquesas a terminar la torre. Procedían de un acuerdo con la Compañía de Jesús sobre el derecho concedido a ésta de poder abrir ventanas al nuevo cementerio en los graneros que dicha orden religiosa tenía para recoger el grano del impuesto de la primicia de la localidad y del que era administradora. La siguiente noticia que tenemos sobre la torre se halla recogida en un visita pastoral de 1774 en la que se anota que el campanario es “bueno i firme, tiene dos campanas i un campanillo corrientes.” Seguramente la torre se terminaría hacia 1755. Nada sabemos sobre la misma. Posiblemente se construyera en ladrillo, como era habitual en la comarca en la época. Únicamente conocemos que se levantó a la izquierda de la puerta principal, sobre la actual capilla del Santo Cristo, a los pies del templo, que entonces concluía allí.

De dicho templo se conserva un dibujo de su planta fechado el 20 de enero de 1605 en el que D. Juan de Huerta, visitador en nombre del Arzobispo de Zaragoza D. Tomás de Borja, anota los propietarios de las capillas en ese momento. En él se puede apreciar cómo la disposición general de la iglesia coincide en gran parte con la actual. En esta visita pastoral se nombran los altares existentes en esa época. Del altar mayor se dice que es “de la advocación de Nª. Sª. El retablo es de pincel con moldura de maçonería sobredoradas”. En la iglesia se cuentan siete altares “con sus retablos de las advocaciones de San Pedro y Santa Ana, La Vera Cruz, el Nombre de Jesús, Nuestra Señora del Rosario, San Martín, San Phelipe y Santiago y San Francisco. Los retablos son de pincel.” De esta época quedan únicamente la sacristía del lado de la epístola, que conserva aún la bóveda original del siglo XVI, así como la disposición general del templo.

En torno a este templo estaba, como era habitual, el cementerio que fue ampliado a mediados del siglo XVIII como se deduce de la documentación. Salvo la construcción de la torre no parece que hubiera muchas modificaciones arquitectónicas hasta la primera mitad del siglo XIX cuando sufrió considerables daños en la primera guerra carlista (1833-39).

Los destrozos de la guerra carlista

Sobre las consecuencias de la guerra y la posterior restauración del templo se conserva abundante documentación tanto en el Archivo Parroquial de la localidad, como en el Archivo Diocesano de Zaragoza donde se encuentra el correspondiente expediente de reconstrucción.

En el transcurso de la primera Guerra Carlista la iglesia ardió y la torre que se había levantado en el siglo XVIII fue volada. Según se relata el párroco D. Juan Manuel Félez en el Libro nuevo inventario que principia con el año 1851-1857, conservado en el Archivo Parroquial, la fábrica de la iglesia “era de piedra y cal, antigua gótica. Tuvo la desgracia de ser quemada la Iglesia por una partida de cavallería de las tropas carlistas en el día cinco de setiembre, y poco más o menos como a las diez de la mañana; y bolada la hermosa torre a las once de la noche del día once de dicho mes y año mil ochocientos treinta y nueve, por cuya razón necesita reparos grandes extraordinarios. En los tres primeros días ni siquiera pudo celebrarse el santo sacrificio de la misa, hasta que se escogió el medio de aprovechar el oratorio público de D. Joaquín Gonzalo de Liria y Bernardo que tenía en la casa de su habitación con puerta pública a la calle, en el que se puso el tabernáculo y en él el Santísimo Sacramento.(…) hasta que resolbieron que sirviese e hiciese veces de Iglesia la Hermita de San Juan (…) habiendo principiado a celebrar en ella en el día 13 de Diciembre del año 1839”. Además de la iglesia se destruyó el contiguo castillo y una parte de las viviendas cercanas.

Sobre los daños causados en la iglesia parroquial no se conserva una descripción completa de los mismos, pero de un análisis de la distinta documentación se pueden concretar en los siguientes:

- Hundimiento de la bóveda de la nave del templo. - Desaparición de la torre que cayó sobre su base, dañando el espacio inmediato de la portada que hubo de rehacerse en el mismo lugar. - Destrucción del muro occidental situado a los pies del templo, con el coro que había allí. - Destrucción de la sacristía de la izquierda, la del lado del evangelio, y parte de la contigua capilla de san Pedro.

Quedaron en pie y perviven hoy tras la restauración: - Los muros de la nave central con sus contrafuertes y ventanas de piedra. Las nuevas se hicieron de ladrillo, como puede apreciarse en la actualidad a los pies del templo, en la zona reconstruida. - Los muros de la cabecera poligonal. - La sacristía de la derecha, o del lado de la epístola, que conserva intacta la única bóveda de crucería del siglo XVI que puede apreciarse en el templo. - La mayoría de las capillas laterales del lado del evangelio, salvo la de san Pedro situada junto al presbiterio, que sufrió daños. - Las tres capillas laterales del lado de la epístola, desde el presbiterio hasta la puerta del templo. Conservan la ventana primitiva de piedra. Para guardar la unidad estilística del nuevo templo, con buen criterio, se hizo una bóveda similar en todas las capillas, pero se desconoce si se conservó intacta la bóveda original de las mismas.

De lo dicho se desprende que en el templo que contemplamos hoy sobrevive una parte considerable de la construcción del siglo XVI y que fue reutilizada en la restauración. Hay que descartar, por tanto, que se levantara completamente nuevo en el siglo XIX. La disposición general es la del primitivo templo. Los cambios mayores, además de la nueva decoración del interior, consistieron en añadir a los pies del templo un cuerpo de menor volumen que la nave central para cobijar el coro y dos espacios adyacentes al mismo, dedicados a capilla bautismal y subida al órgano respectivamente.

La reconstrucción de la iglesia

La llegada a la localidad en 1851 del párroco D. Juan Manuel Félez, con el encargo expreso del Arzobispo de Zaragoza D. Manuel María Gómez de las Rivas de reconstruir la iglesia parroquial, está en el impulso que las obras recibieron. Así, el 7 de abril de 1852 el ministro González Romero manda desde Aranjuez notificación al Arzobispo de Zaragoza de que la Reina ha aprobado el expediente “para la recuperación de la Iglesia de Monreal del Campo cuyo presupuesto, deducido el servicio del vecindario, asciende a trescientos siete mil quinientos noventa reales.”

Se comenzó a recaudar los primeros fondos entre los vecinos de la localidad, cuyos nombres están cuidadosamente anotados por el párroco en las páginas 11 a 18 del citado Libro de cuentas de la reparación de la iglesia de Monreal del Campo, y se formó la correspondiente Junta de Reparación. Ésta se reunió por primera vez el día 26 de Octubre de 1853. Estuvo formada por el párroco D. Juan Manuel Félez como presidente y por D. Joaquín Gonzalo, D. José Mateo, D. Manuel Mateo, D. Bernardo Latasa, D. Antonio Sánchez mayor que actuaban como vocales; D. Pedro Fumanal y D. Martín Abián como secretarios. El primero y los dos últimos eran sacerdotes de la localidad, mientras que los vocales pertenecían a las familias de más notoriedad de Monreal. Se organizó a la población para acudir a trabajar a las obras, se contrataron a los obreros y suministradores de los materiales, se recaudaron fondos, se mandaron peticiones de ayuda gubernamental o del Arzobispado y se hizo frente a las numerosas complicaciones que una obra de semejante amplitud acarrea. No faltaron contratiempos, cuidadosamente anotados por el párroco en dicho libro, pero finalmente en 1859 pudo bendecirse la nueva iglesia, aunque la traslación del Santísimo hubo de tardar dos años todavía.

Los planos fueron realizados por el arquitecto D. Tomás Alonso quien, como se ve, planteó levantar una torre en el lugar que había ocupado la anterior. Este aspecto no fue cumplido ya que se decidió terminar la situada en el cerro del Castillo al poco de comenzar las obras. Sin embargo se respetó en gran parte su diseño, aunque hubo alguna modificación en el mismo, como la construcción de una capilla bautismal junto al coro.

Del estudio de la documentación consultada se pueden comprender las dificultades tanto económicas como organizativas que las obras ocasionaron a los miembros de la Junta y al Ayuntamiento. Hubo problemas económicos. La contribución de los vecinos, del Ayuntamiento y del Arzobispado resultaron insuficientes y la colaboración del Gobierno resultó fundamental.

A ello hay que añadir los cambios en el proyecto. En lugar de levantar el coro en alto y colocar el órgano en un lateral, como era lo habitual, se decidió construir el coro a un nivel ligeramente elevado sobre el de la nave, así como colocar el órgano en alto y frente al altar principal. Otro cambio interesante fue el añadido de los dos cuerpos más bajos que flanquean al coro. Uno se hizo para capilla bautismal y el otro, como se ha indicado antes, para facilitar el acceso al órgano y al tejado.

El templo actual

De lo expuesto hasta aquí se deduce que la reconstrucción del templo duró varios años ya que hubo que transformar todo su interior de acuerdo con el gusto del eclecticismo decimonónico, alejándolo del aspecto de los construidos a finales del siglo XVI. Se recurrió a una bóveda de medio cañón con lunetos y, bajo el sencillo entablamento, se añadieron unas pilastras acanaladas con capiteles corintios dorados, de acuerdo a las instrucciones del arquitecto. Las paredes interiores fueron enlucidas y posteriormente se decidió decorarlas parcialmente con pinturas murales. En los lunetos del presbiterio se incluyeron cinco escenas de la vida de la Virgen ( Visitación, Presentación, Coronación…) y en los ocho de la nave se dispuso un apóstol en cada uno de ellos. El resto del apostolado se colocó en unos óvalos colocados en torno al arco del coro, con Cristo presidiendo en el central. De esta manera se salva visualmente la diferente altura entre la nave y el nuevo espacio levantado para el coro. Se simularon algunas ventanas en la pared norte.

La dedicación de la iglesia a la Natividad de la Virgen explica el programa iconográfico de la cabecera del templo, mientras que la presencia del apostolado se justifica por el patronazgo de Santiago el Mayor sobre la localidad. Estas pinturas murales fueron realizadas por Juan Orrios en los años 1877 y 1878. Las correspondientes al ciclo mariano presentan una mayor calidad y dinamismo compositivo, constituyendo un típico ejemplo del arte de la segunda mitad del siglo XIX. Por el contrario las del apostolado son más estáticas y monótonas. Las figuras aparecen sentadas, con el símbolo correspondiente y sobre un esquemático paisaje al fondo. Algunos rostros presentan un colorido intenso, posiblemente producto de la intervención a que fueron sometidas en 1977, año en el que se restauró la pintura mural que había resultado afectada por filtraciones.

De la documentación se desprende que existió el proyecto de comprar en Teruel un retablo para el presbiterio, sin embargo al final se recurrió a Baldomero Aguilar, un artista de la cercana localidad de Molina de Aragón quien en los años 1965-66 levantó el actual retablo mayor. Fue pintado en 1867 por José González. Se trata de un retablo dotado de un alto basamento en el que destacan el sagrario y el expositor, ambos dorados. El cuerpo principal muestra un gran lienzo de Bernardino Montañés, fechado en 1859, con el tema de la Natividad de la Virgen. En la composición se distinguen dos partes. En la inferior se ve en primer término a un grupo de tres mujeres que cuidan de María recién nacida, mientras al fondo se adivina la cama donde reposa su madre santa Ana, atendida por otra mujer. Su esposo san Joaquín aparece de pie, a la izquierda del grupo principal.

Algunos objetos de ajuar doméstico se ven en el suelo y en un mueble en el extremo izquierdo. Sobre esta escena aparece ocupando la mitad superior del cuadro otra celestial. Al centro, en lo alto, el Espíritu Santo manda su luz sobre la parte inferior, mientras una serie de ángeles lanzan flores. Es una composición equilibrada, con una suave iluminación y una acertada transición entre ambos mundos, el terrenal y el celestial. El colorido es agradable, de suaves tonos azules, rojos, marrones o naranjas. Este gran lienzo está flanqueado por pares de columnas lisas, en tonos blancos y con su tercio inferior decorado, culminadas por capiteles corintios dorados. Delante de cada par de columnas se colocaron las tallas de san José y san Juan Bautista Sobre este cuerpo corre un entablamento, en cuyo friso sobresalen cabezas de ángeles con alas extendidas, y que sirve de base al lienzo de “Santiago en la batalla de Clavijo”, obra de Paulino Savirón (o Subirón ), datado hacia 1866-1867 y que termina en forma curva para adaptarse al espacio situado bajo el luneto central. Aparece el apóstol sobre un caballo blanco lanzado al galope, espada en mano, en el centro de la composición. Un pequeño ángel trompetero le guía. A ambos lados se distinguen grupos de contendientes. El movimiento y los tonos rojizos del manto del apóstol destacando sobre un cielo azul caracterizan la composición de esta obra. Sobre cada par de columnas citadas se colocó un jarrón. No deja de ser llamativo que se pusieran como modelo para el retablo previsto inicialmente algunos aspectos (jarrones, bustos ) del de la Seo de Zaragoza o del mayor de la iglesia de la Santa Cruz de la misma ciudad.

Los retablos colocados en las capillas laterales son de tipo neoclásico, de un solo cuerpo con dos columnas lisas que imitan mármoles o jaspes, una sencilla hornacina en el centro, un entablamento recto y una culminación de rayos solares. Algunas de las tallas que se colocaron en ellos pertenecían al templo destruido.

La portada es de tipo neoclásico, sin ningún relieve o talla y con dos sencillas pilastras que sostienen un frontón semicircular que culmina el conjunto.

No llegó a construirse la prevista casa parroquial en los terrenos del antiguo cementerio en la pared norte del templo, ni la torre diseñada por el arquitecto Tomás Alonso. Las evidentes dificultades económicas que manifiesta la documentación están sin duda en la base de estas decisiones.

A grandes rasgos esta es la historia de la reconstrucción de un templo cuyos orígenes hay que rastrearlos en el siglo XVI y que, debido a los efectos de una guerra, hubo de ser remozado cambiando su aspecto, pero conservando abundantes elementos del primitivo.

En las últimas décadas se han restaurado varias de sus partes: pintura mural, órgano, torre, cruz parroquial o tejados. Sería interesante continuar esa labor para poder exhibir en las mejores condiciones algunos de los elementos artísticos que todavía, a pesar de los destrozos de la guerra, conserva.

Elementos destacables

  • Torre del reloj
  • La Natividad del retablo mayor es obra del pintor del siglo XIX Bernardino Montañés mientras que la escena que representa a Santiago Matamoros es de Paulino Savirón. Estos pintores también realizaron las pinturas murales que representan escenas de la Vida de la Virgen y el apostolado, que han sido muy retocados. También destaca la Virgen del Rosario del siglo XVI y en la sacristía la cruz parroquial gótica de platero darocense y un lienzo de la Inmaculada del siglo XVIII. Salvador Gisbert pintó un retablo para esta iglesia, cuyo boceto es de 1892.
  • El órgano fue construído por Pedro Roqués Gómez en el año 1864.

Bibliografía

  • BENITO MARTIN, Félix (1991): Inventario arquitectónico. Teruel. Zaragoza, Diputación General de Aragón.
  • ARCE OLIVA, Ernesto (1992-96): ``La antigua fábrica de la iglesia parroquial de Monreal del Campo (Teruel), levantada en el siglo XVI, y algunas notas acerca de su dotación artística´´. Teruel, Teruel, 83-84 (II), pág. 277-310
  • Carreras Asensio, José María (2003): Noticias sobre la construcción de iglesias en el noroeste de la provincia de Teruel. Siglos XVII-XVIII. Calamocha, Centro de Estudios del Jiloca.
  • Benedicto Gimeno, Emilio (2006): Historia de Monreal del Campo. Calamocha, Centro de Estudios del Jiloca.