Leyenda del Diablo Royo (Daroca)
Se trata de una leyenda recogida por el padre José Beltrán, escolapio, gran literato y poeta, en el libro "TRADICIONES Y LEYENDAS", que fue publicada en 1929. Esta ambientada en la antigua y misteriosa casa del Diablo Royo de Daroca, vivienda de un liberal que se aprovechó de los bienes desamortizados en la Comunidad de Aldeas de Daroca.
Argumento
Subiendo por la calle de la Grajera hacia la ermita de Nazareth hay una casa grande que tiene una ventana hermosísima, de estilo muzárabe, con una linda y esbelta columnita en medio y preciosas labores caireladas. Fue antiguamente morada de canónigos.
Un día sacando una vista fotográfica de dicha ventana, observé que algunos vecinos decían: «Mira cómo sacan la ventana de la casa del Diablo Royo». Chocóme sobremanera este nombre, y como muchas veces un solo nombre encierra una historia, una tradición o una leyenda, mi curiosidad de saber por qué habían dado a aquella casa el nombre de casa del Diablo Royo, me impulsó a preguntarles por qué la llamaban así. Ninguno supo contestarme; decían que siempre la habían llamado así; pero yo no dudaba que en ese nombre se encerraba alguna historia, y, efectivamente, pregunté a un ancianito que le llaman el tío Juan Cachano y me la refirió, poco más o menos, como yo se la voy a contar a mis lectores.
--Vivía en Barbastro --me dijo el tío Juan-- un carnicero que se llamaba Luis García, tan malo y de ideas tan avanzadas que parecía el mismísimo diablo en persona. Era de regular estatura, más bien bajo que alto, de ojos muy pequeños y redondos, las cejas muy pobladas y el pelo, más que castaño, parecía royo. Yo le conocí y hablé con él.
Pertenecía a la famosa partida del Chorizo, aquella partida que se hizo tan célebre por sus crueldades y por sus criminales aventuras, cuando el degüello de los frailes. Uno de los que más se distinguían entre todos los de la partida, fue el carnicero de Barbastro. Cuando estalló la revolución en Madrid el año 35, con el horrible degüello de los frailes, Luis García se marchó de Barbastro y se fue a Zaragoza. Pronto se señaló allí por su ferocidad y su falta de sentimientos religiosos. Unido a los de la partida del Chorizo, cuando éstos entraron en el convento de San Francisco, fue el primero que con inaudita audacia y diabólica ferocidad principió a dar muerte a cuantos frailes encontraba en el convento. Con placer Satánico vieron sus compañeros cómo el célebre carnicero cogió a un fraile anciano y lo arrojó vivo en un pozo que había dentro del convento, y siguiendo todos su ejemplo, fueron arrojando en el mismo sitio a cuantos frailes pudieron aprisionar, lo mismo a jóvenes que ancianos.
Terminados los primeros furores de aquella revolución sin nombre, el Gobierno vendió casi por nada los conventos y bienes de los frailes, y como aún había en casi todos los españoles sentimientos religiosos y nadie quería quedarse con aquellos conventos y bienes tan villanamente usurpados, cedidos por una bicoca, fueron a manos de aquellos revolucionarios que, como los de la partida del Chorizo, no tenían religión, ni educación, ni ilustración, ni gusto artístico para conservar aquellos monumentos, verdaderas joyas del arte y famosos templos de religiosidad, de ciencia y de cultura.
El carnicero de Barbastro, Luis García, se hizo dueño de la mayor parte de los conventos de Daroca con sus magníficas huertas y del rico y hermoso Monasterio de Piedra.
Vínose a vivir a Daroca y moraba en la casa que antes fue de los canónigos. Tan pronto como vino a Daroca principió a arrancar los altares, cuadros e imágenes de los santos que había en las iglesias de los conventos, y a quemarlos encima de la plaza para sacar, según decía, la plata que tenían.
La molinera María Antonia, cuando quemaban los santos y los altares del convento que había donde hoy tiene su casa y huerta Eduardo Lozano, vio que iban a echar una Inmaculada preciosísima y les pidió que se la diesen. Así se salvó de las llamas aquella hermosísima imagen.
Por estas hazañas y las que en Zaragoza había realizado, y por su genio violento y repugnante figura, le sacaron en Daroca el mote del «Diablo Royo».
Vicioso y gastador, a pesar de haber adquirido tantas riquezas, pronto se quedó en a miseria. Castigo de Dios. Los bienes mal adquiridos no pueden durar mucho tiempo; se van tan aprisa como han venido.
La huerta y convento de los Franciscanos la vendió por un reducido precio a D. Félix Lozano, y la huerta de los Capuchinos, que valía más de treinta mil reales, se la vendió al Pequeñete por dos mil.
El Sitio donde enterraron a dos ahorcados era estéril y no crecía la hierba, ni se criaba cosa alguna.
El Monasterio de Piedra lo vendió a los Muntadas por una capa y cincuenta duros. Después se marchó de Daroca y ya no se le vio más, ni se habló más de él, hasta pasados algunos años, que, pobre de solemnidad y ciego, con una hija que tenía, pasó pidiendo limosna de puerta en puerta. Después volvió a desaparecer y ya no se le vio más, ni se supo su paradero ni su fin.
Luego que terminó el tío Juan de referirme lo que antecede, añadió: «Esta es la historia del "Diablo Royo", a quien yo conocí y con quien yo hablé. No podía Dios pasar sin enviar un castigo ejemplar a un hombre tan malvado.»
Enlaces externos
Bibliografía
- Beltrán Roche, José (1929): Tradiciones y leyendas de Daroca: premiadas en los juegos florales de Soria. Zaragoza, Imprenta del Hospicio Provincial.