López Muñoz, Enrique
El 19 de enero de 1965 Enrique López Muñoz presentó en la Universidad de Zaragoza una memoria de licenciatura titulada Monreal del Campo. Un municipio del valle alto del Jiloca, acompañada del subtítulo: “Estudio local de geografía humana”. Esta memoria ha permanecido inédita durante todos estos años y, como suele pasar con estos trabajos de “fin de carrera”, no ha tenido repercusión en los posteriores estudios realizados sobre el valle del Jiloca, siendo desconocida para la mayor parte de los estudiosos.
Apenas tenemos información sobre su autor. En la introducción al texto se define así mismo como “hijo de las tierras altas del Jiloca”, reconociendo que eligió Monreal del Campo “por ser un pueblo modelo dentro del valle y por algunas otras [razones] de orden afectivo o sentimental”. No cabe ninguna duda de que debió nacer o crecer en alguno de los pueblos más cercanos a Monreal, pues a lo largo de su estudio muestra un conocimiento muy exhaustivo del territorio que describe, producto de los numerosos paseos o trasiegos que debió realizar por el término municipal de ésta y otras localidades cercanas.
Aunque su objetivo principal es describir la geografía física y humana del término municipal de Monreal, realiza constantes indagaciones en su pasado histórico, intentando explicar a través de la investigación histórica algunos de los elementos más característicos de su presente. Este planteamiento era muy habitual en los estudios geográficos de esos años. Eso sí, reconoce la dificultad de estudiar algunos temas por la falta de información, sobre todo aquellos que afectan a su pasado. No existía bibliografía que pudiera consultarse y los fondos documentales y archivísticos eran muy pocos, sobre todo por la destrucción del Archivo Municipal de Monreal (que achaca a las Guerras Carlistas) y de los archivos provinciales en la más reciente Guerra Civil de 1936-39.
Este trabajo, centrado exclusivamente en Monreal, pretendía ser ampliado posteriormente dando entrada a otros pueblos cercanos, intentando realizar un estudio mucho más global de la geografía física y humana del valle del Jiloca. Lamentablemente, nunca se cumplio este objetivo. Tras recibir su título de licenciado, Enrique López desapareció del panorama investigador sin que sepamos los motivos, y nunca publicó ningún otro estudio sobre el valle del Jiloca.
A nivel histórico, sus aportaciones son muy escasas, pues se limita a reelaborar la información publicada por otros historiadores (Martín Almagro, Andrés Valero, Lacarra, Rafael Esteban, Toribio del Campillo, etc.), aunque demostrando una gran erudicción e interés por conocer todo lo que se estaba escribiendo sobre su tierra natal. Como novedades, muy habituales en los geógrafos del momento, introduce referencias sobre algunos yacimientos arqueológicos que conoce y una amplia descripción del término municipal, de sus ríos y acequias, fuentes, pozos, balsas, etc. Sus pinitos en los archivo históricos fueron más limitados, aunque consultó los fondos parroquiales, de los que extrajo referencias a las familias nobiliarias de los siglos XVI-XIX, y los municipales.
A la historia de Monreal dedica 26 páginas, haciendo un breve repaso bibliográfico a la Prehistoria (describiendo el Cabezo del Moro, ubicado en Villalba), Época Romana (poniendo en duda la ubicación de Albónica), la Alta Edad Media (con dos poblados musulmanes en Villacadíma y “Monreal el Viejo”), la Reconquista Cristiana y Baja Edad Media (tras la aparición de la Militia Christi), la Edad Moderna (centrándose en las familias hidalgas y en la Guerra de Sucesión) y la Edad Contemporánea (describiendo la primera Guerra Carlista).
Su evolución histórica finaliza a mediados del siglo XIX, para enlazarla a continuación con el capítulo dedicado a la geografía humana y a la evolución de la agricultura en las últimas décadas del siglo XIX y primera mitad del XX. Este era el tema principal del estudio y al que más páginas va a dedicar. Su planteamiento es muy original, enlazandolo perfectamente con el análisis histórico:
“Es una historia sin hechos de armas gloriosos, pero no menos heroíca, por haberse acentuado en estos últimos años su eterna lucha: la lucha por la tierra y el agua; por la roturación de los yermos antes; por la propiedad de las tierras y la puesta en marcha de un regadío suficiente, ahora”.