Marzo Martín, Carlos

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Canónigo de Segorbe, perseguido por su ideología liberal (Blancas, tercio final s. XVIII - 1841).

A la monumental obra del P. Aguilar sobre Segorbe y su obispado debemos casi todas las noticias que hoy conocemos de este personaje. Mientras llega el momento de bucear en este archivo catedralicio como tenemos previsto, deberemos conformarnos con lo que aquél nos proporciona.

Amigo y correligionario de Isidoro de Antillón

Nacido en Blancas en el tercio final del siglo XVIII, eligió la carrera eclesiástica y frecuentó en su juventud el trato con el insigne geógrafo, tribuno, economista e historiador de Santa Eulalia del Campo D. Isidoro de Antillón y Marzo; con quien, a juzgar por la coincidencia de apellidos, bien pudiera haber estado también emparentado.

Entre otros cargos religiosos, sucedió en la parroquial de Arcos de las Salinas y como canónigo del obispado de Segorbe a D. Francisco J. Alegre, con el que compartió el ideario liberal. Así, cuando en octubre de 1820 las Cortes Generales disponen que el cadáver de Isidoro de Antillón, que desde su muerte el 3 de julio de 1814 yacía en el cementerio de su pueblo natal, fuese exhumado para recibir mas digna sepultura en la parroquia del lugar. Al verificar el traslado de los restos el 4 de mayo de 1821 y ser depositados en el panteón construído al efecto en el lado izquierdo del altar mayor, para tan importante acontecimiento, fue designado el amigo personal del finado D. Carlos Marzo y Martín para pronunciar la solemne oración fúnebre.

Este sermón fue impreso en 1822 en Valencia con licencia del gobernador eclesiástico D. Valentín Carnicer, fundada en la favorable censura de D. Miguel Cortés, y de ella regaló el de Blancas ejemplares al mismo Carnicer, a D. Juan Valero, a D. Juan Gómez y a otras personas, sin ponerla a la venta.

Cuando meses después los realistas se apoderaron de Segorbe, el doctor Marzo envolvió algunos tomos de la Oración y quemó los restantes, diligencia que no le impidió ser denunciado por el gobernador de Teruel, y pasar en calidad de preso al tribunal eclesiástico a primeros de agosto de 1823. El provisor D. Juan Gómez, que antes había aceptado un ejemplar del Discurso fúnebre, lo pasó judicialmente a la censura de los canónigos Valero -a quien el autor había regalado otro-, Pinazo y al Prior de los Dominicos, que dieron parecer desfavorable.

Preguntado el reo el 12 de diciembre a que personas había dado ejemplares, nombró en primer lugar a Carnicer -gobernador eclesiástico-, a Gómez -gobernador provisor y juez de la causa- y a Valero -uno de los censores eclesiásticos-. El 5 de enero del año siguiente dijo en su defensa que también el censor Valero había predicado varias veces la Constitución, que cuando él pronunció la Oración, S.M. premiaba a los liberales, y que para entonces obispos y gobernadores eclesiásticos recomendaban la obediencia al Código. Al indagar sobre el gobernador Carnicer acerca de la licencia que había concedido para la impresión, respondió en oficio del 10 de febrero, que la dió en vista del parecer del canónigo Cortés, quien había leído y censurado el opúsculo.

Como se aprecia, una oscura historia de represalias políticas y de envidias de cabildo, donde las culpas sin rubor se trasladan de unos a otros, mientras el pobre D. Carlos Marzo y Martín veía como el 6 de marzo el tribunal le imponía la pena de arresto, que ya había cumplido en su totalidad, y al pago de las costas que ascendieron a la cifra de 928 reales y 10 ms., apercibiéndole para en adelante. Con edicto del 10 del mismo mes se prohibió la lectura del la oración fúnebre.

Arriesgadas visitas pastorales

Recuerda el obispo historiador algunos trabajos del de Blancas, y como, aprovechando el cabildo segorbino la primera temporada de alguna tranquilidad tras el convenio de Vergara, del exilio de Cabrera y de la renuncia de Mª Cristina a la regencia en 1840, se acordó hacer la visita pastoral de la diócesis, no sin que algunos párrocos la estimasen inoportuna alegando la imposibilidad de presentar libros y cuentas después de los sucesos pasados, y también de los gastos de hospedaje que se ocasionaban, que tenían su importancia para la economía de unas iglesias que habías sufrido el pillaje, la destrucción y el robo.

Con estos antecedentes tan poco lisonjeros, el canónigo Marzo y Martín inició la visita pastoral por Alcublas, recorriendo a continuación Andilla, La Yesa, Alpuente, Titaguas, Aras, Arcos, La Puebla, Castiel, Ademuz, Torrealta, Torrebaja, Vallanca, Santa Cruz, Sinarcas, Benageber, Tuejar, Chelva, Calles y Domeño. Todo ello desde el 13 de septiembre al 23 de octubre, y el 22 de noviembre de este 1840 hizo lo propio con la villa de Altura.

El resultado de la inspección no pudo ser mas decepcionante, las rentas de la iglesia vendidas o en poder del estado, no se pagaban los censos, muchas ermitas estaban demolidas o en trance de caer, algunas parroquias quemadas, los pueblos sin poder o sin querer ayudar, las comunidades de beneficiados deshechas, los anejos y vicarías sin capellán, los curas solos y reducidos a miseria ... En estas condiciones, el de Blancas debió limitarse a dictar sus disposiciones teniendo en cuenta lo extraordinario de la situación, intentando en todo caso repararla hasta donde fuese posible.

Finalmente murió D. Carlos Marzo y Martín el 27 de marzo de 1841 y, al decir del obispo Aguilar, "fue el primero a quien el clero acompañó hasta el portal de Capuchinos".

Bibliografía