Pelota
En todas las localidades del valle del Jiloca se jugaba a la pelota. El lugar de juego se llamaba trinquete o frontón, siendo más popular el primero. Que en muchos sitios era la parte baja de la Casa Consistorial o Ayuntamiento. Actualmente, muchos de ellos se han remodelado como locales sociales.
La prioridad para jugar la tenían los mozos, y por lo tanto, los chicos se debían buscar otros espacios para jugar. Que podían ser la pared de la iglesia (lugar que también se utilizaba en las localidades que no contaban con trinquete o frontón) o, también, las paredes de las casas que estuvieran muy bien revocadas, para que la pelota no botara mal.
El cura, en el caso de la iglesia, y los dueños de las casas que se utilizaban, solían echar a los jugadores porque estropeaban las fachadas con el bote de las pelotas, ya que eran muy duras y se lanzaba con fuerza. En Monreal del Campo, nos cuentan que llegaban a poner piedras en las fachadas a manera de picas, para que no se jugara en ellas.
El juego de pelota era muy popular. Siempre se seguían unos ritos de juego muy parecidos en todas las localidades. El día de juego por excelencia, era el domingo o los días de fiesta, a la salida de misa.
Los domingos, el frontón era claramente para los mozos, mientras que el resto de la semana eran más los niños los que jugaban, siempre que no hubiera un mayor que quisiera jugar. El juego solía ser por parejas. Raramente se jugaba uno contra uno. El tanteo, cambiaba según la localidad, a 20 tantos, a 30… Solían pactarlo antes de comenzar.
Los jugadores de pelota
En todos los pueblos había jugadores que, todavía hoy, son recordados por su buen juego. Pero a nivel local, que es donde solían jugar. En contadas ocasiones se salía a otros pueblos a jugar. En localidades como Blancas, si que tenían mucha afición y los jugadores salían a pueblos cercanos a jugar. En Daroca también nos cuentan que, había tanta afición, que se cerraban las tiendas para ir a ver jugar a la pelota. Llegaban aficionados desde Zaragoza, Calatayud, Molina de Aragón o Teruel, para ver los partidos.
El frontón de Daroca se construyó en 1921, en la plaza Barón de Ezpeleta. Actualmente, plaza Joaquín Costa, conocida popularmente como del frontón viejo. El alcalde que lo mandó construir fue Félix Tallada. La época dorada del frontón fue entre los años 1945 - 1960.
Cuando se construyó el frontón, se hizo con la pared de juego en el lado derecho, algo totalmente inusual, ya que los frontones lo tienen en el lado izquierdo.
Siendo alcalde Adolfo Iñigo, se realizaron obras de remodelación y acondicionamiento del frontón. Cambiando la pared de juego al lado izquierdo e incluyendo cuatro filas de gradas para los espectadores. El cambio de lado de la pared hubo de hacerse, porque los pelotaris que iban a jugar protestaban, porque no estaban acostumbrados a ello.
Nos comentan, que en casa de los Quin, subía la gente a sus balcones para ver los partidos, ya que las gradas estaban llenas. Incluso, gente pudiente de Daroca iba allí, para poder ver los partidos desde un lugar privilegiado.
El frontón era lugar de reunión, donde se celebraban verbenas y bailes, y también era el patio de recreo, para los niños del colegio.
Se jugaba, tanto, mano a mano, como en parejas. Normalmente, se jugaba mano a mano cuando había dos jugadores considerados por la afición como muy buenos, y se quería saber cuál de los dos era el mejor.
Los partidos de pelota eran diarios, mientras que los campeonatos se celebraban para el Corpus u otras fiestas, así como algunos domingos.
En los campeonatos, para diferenciar a las parejas que jugaban, se ponían fajines azules y rojos. Estos fajines los cedía el ayuntamiento, pues para los campeonatos, este corría con los gastos de vestuario.
Un jugador que se recuerda como muy bueno era Antonio Gómez Álvarez, que comenzó a jugar con 12 años los campeonatos. Era tan bueno y tenía tanta clase que, muy pronto, lo subieron a jugar con los mayores a jugar torneos y campeonatos más serios. Con 14 años, el pelotari vasco Cristolimpias, se lo quería llevar para que jugara como profesional. Destacaba en todo su juego, pero sobresalía en su saque. El cual no se lo podía devolver nadie. Para permitir el juego, dejaba sacar a su compañero.
Hubo algunos pelotaris famosos que jugaron en Daroca: Vasquito, Vasco y Cristolimpias. También se habla de gente de Daroca y comarca que jugaba mucho: José Saldaña, Emilio Pío, Corbalán, Félix Marina, Onirate, Tajada (de mote rompegorras), Antonio Gómez Gálvez, Antonio Agustín y su hermano José María, Julio Gómez (padre e hijo) y Constancio Sauco.
El juego decayó cuando comenzaron a decir que había tongo, y que a los pelotaris se les pagaba para que perdieran y favorecieran unas u otras apuestas. El que se dieran cruces de apuestas de elevadas cantidades, fue la causa de que cundiera el descontento general y la gente dejara de ir al frontón. La desaparición del juego, también hay que atribuirla al descenso, a nivel nacional, del juego de pelota y su sustitución por otros movimientos deportivos.
Si nombramos lugares donde nos han reseñado que se jugaba al frontón, tendríamos que nombrar a todas las localidades. Ya que en Anento, Badules, Berrueco, Herrera de los Navarros, Retascón, Villar de los Navarros, Villadoz, Bádenas, Castejón de Tornos, Cutanda, El Poyo del Cid, Odón, Rubielos de la Cérida, Valverde, Villahermosa del Campo y muchos más, en cuanto se preguntaba por el juego de pelota, contaban dónde se jugaba, quién era muy buen jugador y cómo se hacían las pelotas para jugar.
El orejón
En Peracense, nos comentan sobre un juego llamado el orejón, que se jugaba mucho cuando se juntaba un grupo de jóvenes en el frontón. Sus normas eran las siguientes: uno la pagaba y jugaba contra todos. El que la pagaba comenzaba el juego y los demás tenían que devolver la pelota. Si el que la devolvía, fallaba, pasaba a ser quien la pagaba. Si, por el contrario, el que fallaba era quien estaba pagando, le contaban un tanto. Si fallaba tres tantos, le llamaban el orejón y se lanzaban a tirarle de la oreja. Como ya hemos comentado al principio, podríamos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que se trata del juego por excelencia, por su afición en la zona.