Sociedad de Montes de Cutanda
A finales del año 1893 se pusieron en venta judicial los montes del pueblo: un monte blanco sito en la partida de Cervera, otro monte en la partida de la muela y un tercero en las partidas de Solana del Río Seco, Pozas, Campillo y otras. Fueron adquiridos por José Anadón Martín, Antonio Guitarte Hernando y Vicente García Millán, todos vecinos de Cutanda, con el ánimo, según manifestaron, de "que dichos montes, en toda su extensión fueran para los hijos de Cutanda" y no para comprador forastero, siempre y cuando sus vecinos estuvieran dispuestos a pagar la parte que les correspondería en dicha adquisición. Con este objetivo, en enero de 1896 presentaron en el Ayuntamiento unos estatutos para crear una Sociedad de Montes que se encargase de la administración y conservación de los bienes adquiridos.
Para entrar en la Sociedad era imprescindible ser vecino de la localidad. Había que pagar 25 pesetas de admisión, pudiendo entregarse en dos plazos. Aquellos vecinos que no quisieran participar desde el principio y desearan entrar más tarde, deberían pagar las dichas 25 pesetas más un recargo de 2,5 pesetas por cada año que tardasen en tomar parte. Esto último no afectaba a los hijos de los socios, que podían solicitar su ingreso en la sociedad en cualquier momento pagando únicamente las 25 pesetas de entrada.
En el articulado de dicha sociedad se estipulaba que los montes serían explotados de forma mancomunada, sin que en ningún momento pudieran ser distribuidos en lotes, cuarteles o parcelas. Se intentaba de este modo mantener la integridad de la propiedad, por lo menos en lo que afectaba al tema de los pastos y de las leñas. Respecto a las roturaciones, todos los socios podían solicitar a la Junta que les cediera terrenos para cultivarlos. Estos novales pagarán una cuota anual de 2 pesetas, y podían ser donados por el adjudicatario a uno de sus hijos o hijas, sin que este permitido venderlos ni permutarlos.
Los estatutos fueron aceptados por la mayor parte de los vecinos, que decidieron integrarse en la sociedad, exceptuando a 15 personas que no quisieron (o pudieron) participar . Tras la constitución de la Sociedad de Montes no tardaron en aparecer los primeros problemas. Se cometieron abusos con el pastoreo, se cortaron clandestinamente las leñas y se realizaron numerosas roturaciones sin permiso de la Junta, a veces por vecinos que ni siquiera eran socios. Como se trataba de una propiedad compartida, nadie se atrevía a enfrentarse con los vecinos. En diciembre de 1915, ante la falta de autoridad de la Junta, se decidió disolver la Sociedad. Se acordó dividir los montes en parcelas, repartiéndolas entre todos los socios y entre los vecinos que decidieran en ese momento ingresar en la Sociedad, abonando las correspondientes cuotas. En total, se entregaron 3 yugadas a cada uno de los 178 socios . Casi todo el terreno repartido se roturó. El resultado final, la desforestación de casi todos los montes, tal y como se puede observar en nuestros días.
El resto del terreno de la Sociedad referente a eras, yermos, pastizales y trozos improductivos se cedieron al Ayuntamiento, para que este lo incluyera en su patrimonio. También se autorizó al Ayuntamiento para que regulara los abusos sobre el corte de leñas, pudiendo sancionar a los que infringieran las normas. Los cutandinos entendían que el municipio estaba mucho más preparado para ejercer la autoridad que una sociedad privada. De esta forma, lo que empezó siendo un monte comunal propiedad del municipio, acabo transformándose en un enorme yermo propiedad del municipio. En medio, un proceso desamortizador que no sirvió para cambiar la propiedad de los bienes, y una Sociedad de Montes que pretendía mantenerlos íntegros y explotarlos mancomunadamente, pero que acabó parcelándolos y entregándolos a los vecinos.