Islamismo
El islamismo se refiere a la religión o creencias, la tradición y la cultura del pueblo islámico. Es la más moderna de las tres religiones monoteístas más difundidas, junto al cristianismo y el judaismo, y la segunda de ellas en número de fieles.
Las comunidades mudéjares y moriscas
Tras la conquista del valle del Jiloca por Alfonso I, permanecieron en algunas localidades las población musulmana, formando comunidades mudéjares.
En 1526 la obligada conversión al cristianismo de los mudéjares supuso la desaparición de algunas comunidades del Jiloca, pero de manera críptica mantuvieron su religión hasta que fueron definitivamente expulsados en 1610.
Algunas actividades económicas, como la agricultura y la alfarería, sufrieron un gran descalabro y en muchos lugares se recurrió a la repoblación con catalanes e incluso franceses.
Las comunidades moriscas del valle del Jiloca, antes de su expulsión en 1610, fueron las siguientes:
La comunidad morisca tenía muy poca movilidad geográfica, aparentando ser un grupo social bastante compacto y cerrado a las influencias exteriores. Las incorporaciones de contingentes de población foránea fueron muy limitadas. En las matrículas de Cumplimiento Pascual se repiten constantemente los apellidos de los moriscos: Agreda, Agredeño, Arcos, Belbis, Çapatero, Corço, Cortés, Denia, Estrella, Fustero, Gomero, Hariza, Loçano, Meçot, Mendoça, Navarro, Roldán, Sabiñán, Tille y Villanueva. Esto implicaría una cierta cerrazón social, y una endogamia local bastante acusada. La monogamia estaba extendida entre los moriscos aragoneses incluso antes de la conversión. No suelen tener hijos naturales o expósitos, pero sí que era muy habitual que se casaran con parientes próximos, lo que dio lugar a una repetición de apellidos y a la consolidación de unas redes sociales muy difíciles de cambiar.
El mantenimiento de estas costumbres no tenía nada que ver con las creencias religiosas, sino que los moriscos lo entendían como algo propio de la cultura de su comunidad. Sin embargo, la Iglesia lo consideró motivo de enfrentamiento, sobre todo después de que el Concilio de Trento fuera muy explicito en el tema, condenando cualquier relación entre parientes, o entre parejas sin mediar las amonestaciones y ceremonias que manda la religión. La única unión valida era aquella que otorgaba la iglesia católica .
Algunos moriscos, para evitar los inconvenientes de las bodas entre parientes, optaron por esconder la relación consanguínea. Eso sí, se corría el riesgo de que el vicario se enterase del parentesco y los denunciara. En ese caso, la ceremonia no tendría validez y los contrayentes podrían ser juzgados por vivir en amancebamiento.
La condición económica y social de los Moriscos
Apenas tenemos información sobre las actividades desempeñadas por los moriscos del valle del Jiloca, descontando algunas menciones onomásticas relacionadas con los oficios de zapatero, sastre, tejedor, herrero, molinero y albarquero.
Los moriscos de valle del Jiloca son los propietarios de las casas en que viven y de la mayor parte de las tierras que trabajan. Compran y venden tierras, y cargan sobre ellas censos, comandas y obligaciones. Posiblemente, la propiedad, responsabilidad y explotación de la tierra se realizaba mediante fuertes estructuras familiares. En lo que se refiere a los cultivos, destacarían sobre todo los cereales (trigo en la vega y centeno en el secano). También se han documentado varias parcelas destinadas al cultivo del azafrán.
En teoría, los mudéjares no pagaban el diezmo a la iglesia católica puesto que no gozaban de sus servicios. Sin embargo, en abril de 1493, veinticuatro musulmanes de Burbáguena se comprometen a pagar a Antón Bautista, mercader de Zaragoza, diferentes cantidades de dinero procedentes de los diezmos que debía cobrar el Arzobispado, lo que indica que, o bien tenían arrendadas tierras propiedad de cristianos, o bien pagaban por sus propias parcelas. A partir del año 1526, una vez obligados a la conversión, todos pagarían sus correspondientes impuestos eclesiásticos.
La actividad agrícola era una de las principales fuentes de riqueza del morisco, eso sí, complementada además con otras actividades de tipo artesanal. En la ciudad de Daroca predominaban los oficios ligados al calzado (zapateros, albarqueros y chapineros) siguiéndoles en importancia los menestrales del metal (caldereros, herreros y ballesteros). En Burbáguena, influenciada sin duda por la importancia de la anterior aljama vecina, encontramos también a finales del siglo XV algunos zapateros y albargueros, además de un tejero, un molinero, tres cañameneros y un herrero.
Algunos historiadores han creído que la comunidad morisca de Aragón era mucho más pobre que la cristiana, y que se encontraba en peores condiciones económicas, sufriendo la dura explotación de los señores aragoneses. Habría que matizar esta afirmación, estudiándola en función de la adscripción jurisdiccional y de los datos que nos aportan cada localidad. Burbáguena era tierra de realengo, y la propiedad, como hemos señalado, estaba relativamente repartida.
Podemos encontrar a moriscos trabajando de criados para familias cristianas viejas, como sucede en el 1542 con Domingo Çapatero que trabajaba en casa de Miguel Vidal, en Burbáguena, pero también podemos documentar a cristianos viejos que actuaban como criados en haciendas moriscas. En la matrícula de Cumplimiento Pascual de 1581, dentro de la vivienda del neófito Miguel Roldán, nos encontramos a los pastores Domingo y Juan Rubio, ambos cristianos viejos.
La vida profesional de los moriscos era muy parecida a la que podían desempeñar los cristianos viejos, pero apenas se mezclaba con ellos, ocupando cada una de las comunidades sus correspondientes casas y barrios.
Los moriscos y la conversión
En el año 1526 todos los mudéjares fueron obligados a convertirse al cristianismo. Durante mucho tiempo se ha intentado explicar la expulsión de los moriscos por su negativa a practicar con sinceridad la religión cristiana una vez fueron bautizados. En el caso de los moriscos valencianos y granadinos, los grupos más estudiados por los historiadores, mantuvieron con gran pertinencia sus creencias religiosas, ritos y costumbres, ejerciendo de mahometanos dentro de sus aljamas. Para el caso del valle del Jiloca habría que matizar estas afirmaciones.
Una vez aplicada la conversión, las diferencias religiosas entre ambas comunidades debían ser entendidas más como distinciones de grupos sociales que como divergencias irreconciliables de la fe. Veamos como se mostraron estas peculiaridades en el valle del Jiloca, especialmente en la localidad de Burbáguena que es la mejor estudiada, y como se singularizaron diferentes comportamientos a la hora de aplicar los sacramentos de la iglesia católica.
Ambos grupos se bautizaban al nacer, se confirmaban cuando eran jóvenes, se casaban en la madurez y confesaban cuando se sentían culpables, mostrando una sinceridad religiosa que no se puede poner en duda, como se ha podido ver a través de los libros parroquiales de Burbáguena. La diferencia principal se encontraba en la comunión y en la extremaunción, actos prohibidos para los moriscos, aunque en algunos casos, sobre todo en la primera mitad del siglo XVI, sería aplicable también a determinados moriscos que mostraron una pública y notoria devoción cristiana.
A la hora de morir, cristianos viejos y conversos contribuían al mantenimiento de la Iglesia mediante la donación de parte de sus bienes para la realización de misas y sufragios. Los cristianos viejos mostraban mayor magnanimidad, donando a la iglesia mayores cantidades de dinero, pero sin marcar rupturas respecto a sus convecinos conversos. Lo normal entre las clases medias-bajas era ordenar el mínimo socialmente establecido (misa de funeral, novena y aniversario acompañada por 3-5 sacerdotes). También será habitual que todos los burbagueneses, independientemente de la comunidad a la que pertenezcan, se entierren en los cementerios, siendo muy pocos los vecinos que optan por el templo parroquial. Los moriscos tenían su cementerio, diferente del que poseían los cristianos viejos, pero ambos eran cristianos, y ambos debían ser conservados y mantenidos en la máxima decencia posible.
En el caso de la asistencia a los oficios, los conversos de Burbáguena mostraron siempre una antipatía creciente hacia este tipo de actos, no tanto por el componente religioso que poseen como por su clara vertiente social. Las misas de guardar, al igual que las reuniones de los Concejos, son unos actos sociales que sirven para identificar a una comunidad mediante su reunión en un determinado local. Sin embargo, los moriscos siempre se sintieron discriminados de esa comunidad social, y del mismo modo que mantuvieron sus organizaciones públicas en torno a las antiguas aljamas, evitando su participación en los concejos de cristianos viejos, también huirán de las agrupaciones que se forman durante los oficios sagrados. Era una simple cuestión de defensa de su identidad frente a las imposiciones de los cristianos viejos.
La expulsión de los moriscos
Los moriscos de Burbáguena, a comienzos de agosto de 1610, fueron obligados a marchar a Daroca, donde se juntaron con los moriscos de esta ciudad y los procedentes de Villafeliche, unas 2.720 personas en total. Acompañados por una pequeña tropa militar, partieron hacia Segura de Baños, y de allí a Montalbán, Cabra, Castellote y Aguaviva, último pueblo de Aragón, para continuar posteriormente hasta el puerto de los Alfaques.
Por este puerto tarraconense salieron de España 41.952 personas, 38.286 procedentes de Aragón y 3.666 de Cataluña. Fue el embarque más numeroso que se realizó en puerto español durante ese siglo, y exigió 3 meses para su desarrollo, del 15 de junio al 16 de septiembre de 1610. Los moriscos que tenían dinero fueron obligados a pagar el pasaje, los pobres debieron recurrir a la caridad de sus compatriotas.
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Bibliografía
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- García Marco, Francisco Javier (1987): “Actividades profesionales y económicas de las comunidades mudéjares de Calatayud y Daroca a finales del siglo XV (1486-1501)” en IV Simposio Internacional de Mudejarismo, Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, pág. 151-166.
- García Marco, Francisco Javier (1991): “Espacio urbano y rural en las aljamas mudéjares de las cuencas del Jalón y el Jiloca Medios” en Simposio Internacional sobre la ciudad islámica. Ponencias y comunicaciones, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, pág. 411-430
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