Asociación

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Los movimientos asociativos han estado vinculados durante siglos a la iglesia cristiana. La parroquia, agrupaciones de creyentes, cofradías y hermandades religiosas, además de juntar a los vecinos con fines religiosos, eran también utilizados para promover algunas actividades recreativas y culturales.

Debemos tener en cuenta que todos los días festivos estaban relacionados con celebraciones religiosas. La misma cofradía o hermandad que organizaban el acto religioso, la romería, la procesión o la reunión de creyentes, se preocupaban también por los actos lúdicos de esa misma fiesta, de la comida campestre, los juegos tradicionales o el baile.

Desde comienzos del siglo XIX, tras la Guerra de Independencia, pero sobre todo tras la lenta secularización de la sociedad, se extendieron por las ciudades de España los movimientos asociativos de caracter civil. En el mundo rural estas tendencias no tendrán eco hasta comienzos del siglo XX, y siempre de forma muy débil, manteniendo toda su fuerza las asociaciones religiosas, transformadas a medida que avanza la centuria, en Sindicatos Agrarios Católicos.

Desde el siglo XIX también encontraremos Asociaciones de Socorro Mutuo, de carácter laico, predecesoras de los sindicatos obreros.

Los casinos y sociedades de baile

En el valle del Jiloca las primeras asociaciones recreativas o culturales de carácter civil aparecen en las primeras décadas del siglo XX. Las primeras asociaciones están vinculadas a las clases propietarias y mercantiles de las localidades más grandes. Se trata de agrupaciones locales en las que los socios ponen una pequeña cantidad de dinero para adquirir o construir los locales de la asociación. En estos locales se realizaban diversas actividades, desde reuniones profesionales de los socios hasta bailes o se destinaban algunas zonas para actividades recreativas.

La asociaciones republicanas

También encontraremos asociaciones relacionadas con partidos políticos y sindicatos, en las que participaron también los jornaleros y clases menos pudientes, realizando algunas actividades de carácter lúdico y cultural. Estas agrupaciones, vinculadas a los partidos republicanos y sindicatos, han sido descritas en el tema dedicado a la política, destacando sobre todo las relacionadas con:

Las asociaciones durante el franquismo

Las leyes aprobadas por los gobiernos franquistas prohibían la reunión de más de tres personas en un lugar a menos que solicitaran el pertinente permiso a las autoridades. En el caso de querer formar una Asociación, las trabas administrativas eran numerosas y solo se promocionaban las asociaciones religiosas y las culturales y juveniles vinculadas a los partidos políticos permitidos (especialmente la Organización Juvenil Española - OJE).

Se mantuvieron las estructuras recreativas previas a la Segunda República, sobre todo las agrupaciones de las clases medias y propietarias, los Casinos. En un principios los casinos se limitaron a mantener sus actividades recreativas, bailes y fiestas, pero poco a poco fueron asumiendo algunos contenidos culturales, organizando las primeras semanas culturales, conferencias y exposiciones que se celebraron en esta tierra.

En las postrimerías del franquismo, apareció en Calamocha una organización juvenil que quiso imitar el funcionamiento de los casinos tradicionales, agrupando a los socios para alquilar y posteriormente adquirir un local de ocio en donde celebrar las fiestas patronales. En 1968 se constituye la Peña la Unión (Calamocha), aunque se registrará públicamente en marzo de 1975, una asociación que perdura hasta nuestros días. Algo similar, aunque vinculada a la jota lo encontramos en Monreal del Campo con la Peña el Cachirulo "Joaquín Peribáñez" fundada en 1974.

Asociaciones democráticas

La llegada de la democracia estuvo acompañada de una efervescencia de las asociaciones culturales y de la participación ciudadana en los órganos colectivos. En todos los pueblos del valle del Jiloca se fundaron varias asociaciones destinadas a satisfacer determinadas necesidades de la población: una de Jubilados, otra de Amas de Casa, una asociación encargada de organizar las fiestas locales, la sociedad de cazadores y una AMPA vinculada a la escuela o a los Institutos de Bachillerato.

En los pueblos más grandes encontraremos también alguna asociación juvenil, una escuela de jota y pequeñas agrupaciones deportivas, recreativas y culturales con distintos objetivos, todos de ellos de carácter local. Algunas han destacado por su permanencia a través de las décadas, convirtiéndose en símbolo de identidad de sus respectivas localidades:

Otras muchas asociaciones, creadas con posterioridad a estas fechas, prácticamente hasta nuestros días, han sido incluidas en sus respectivas localidades.

También son de destacar aquellas asociaciones creadas para proteger el patrimonio cultural o difundir un hito o personaje destacable de nuestra tierra:

Además de estas Asociaciones, muy interesantes para las localidades que las acogen, pero muy poco operativas fuera de ellas, también aparecieron otras agrupaciones de carácter comarcal:

Asociaciones declaradas de Utilidad Pública

Han sido muy pocas las asociaciones culturales que han optado por la Declaración de Utilidad Pública. El motivo de esta falta de interés se debe a que la declaración exige un control económico y burocrático muy intenso de la asociación, con declaraciones obligatorias todos los años de las cuentas y memorias de actividades, siendo necesario la contratación de gestores económicos, cosa que no todas las asociaciones pueden permitirse.

En contraposición, las ventajas de la declaración son muy limitadas, el descuento de una parte de las cuotas de los socios en las declaraciones de IRPF y cierta prioridad, no siempre confirmada, a la hora de solicitar subvenciones públicas.

Solo se conocen dos Asociaciones declaradas de utilidad pública en el valle del Jiloca, que coinciden con dos agrupaciones con numerosos socios, cuotas bastante altas y posibilidades económicas para intervenir sus contabilidades:

La escasez de asociaciones de interés social es una muestra de la fragmentación del tejido asociativo de la comarca, que rara vez superar el marco local, además de la falta de financiación y poder económico de estas instituciones.